PARÁBOLAS, PERDIDOS Y HALLADOS



Todos los recaudadores de impuestos y gente de mala reputación solían reunirse para escuchar a Jesús.  Al verlo, los fariseos y los maestros de la ley murmuraban: — Este anda con gente de mala reputación y hasta come con ella.
Jesús entonces les contó esta parábola: — ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja en el campo las otras noventa y nueve y va en busca de la que se le había perdido? Cuando la encuentra, se la pone sobre los hombros lleno de alegría  y, al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: “¡Alegraos conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido!”.  Pues yo os digo que, igualmente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse. (Lucas 15:1-7)

Lucas 15 es, sin ningún tipo de dudas, uno de los más bellos capítulos de la Biblia. En el se encuentran tres parábolas, la oveja, la moneda y el hijo que son especialmente importantes porque nos hablan acerca del carácter de nuestro Dios y la actitud que tiene hacia las personas que no le conocen. Las tres parábolas, como lo indican los versículos que preceden a la primera, nacen como consecuencia de los comentarios negativos que los fariseos y los maestros de la ley hicieron ante el tipo de relaciones que frecuentaba y cultivaba Jesús. Estos dos colectivos se consideraban a sí mismos personas de alta condición moral, superiores a la media y, naturalmente, muy por encima de los recaudadores de impuestos y otras personas de mala reputación. Estos dos últimos resumían todo lo que ellos no querían ser y rechazaban. Las estrictas costumbres que los religiosos practicaban les impedían cualquier tipo de trato con aquellos personas a las que despreciaban profundamente. La actitud de Jesús les resultaba altamente escandalosa. El Maestro, no solamente se relacionaba con ellos, sino que frecuentaba sus casas y participaba de la mesa con ellos. Sentarse a la mesa era mucho más que alimentarse juntos. Era un símbolo inequívoco de camaradería, compañerismo y comunión. Que Jesús se relacionara con ellos estaba mal, que intimara era un total escándalo.
Los fariseos, escribas y maestros de la ley no tenían el más mínimo atisbo de compasión hacia los pecadores. Esa virtud no formaba parte de su vocabulario y estaban convencidos que Dios, justo hasta lo excelso, no podía tampoco tener ese tipo de actitudes hacia los impuros. En su comprensión del mundo los paganos estaban destinados a ser destruidos por Dios y eso era algo que ellos mismos esperaban y ansiaban poder ver. En contraste con la afirmación hecha por Jesús de que hay alegría en el cielo por un pecador que se convierte, ellos consideraban que la alegría se producía cada vez que uno era aniquilado ¡Tal era la visión y comprensión que tenían del Señor y su carácter!
Al meditar sobre esta parábola me pregunto cuáles serían los equivalentes contemporáneos de los recaudadores de impuestos y otras personas de mala reputación. ¿Nos escandalizaríamos de ver a Jesús relacionándose e incluso intimando con miembros de los colectivos LGBT? ¿Cuál sería su actitud hacia ellos? ¿Dónde deberíamos posicionarnos nosotros con respecto al colectivo antes mencionado, y otros muchos, que producen en nosotros un profundo rechazo e incluso desprecio?

¿Qué nos enseña Jesús acerca de cuál debería ser nuestra actitud hacia los colectivos moralmente reprobables?

Comentarios

  1. La clave esta en la palabra "compasión" . Se dice: "la compasión es la percepción y comprensión del sufrimiento del otro, y el deseo de aliviar, reducir o eliminar por completo tal sufrimiento." Y se relaciona con las palabras de Pablo en Romanos 12:15-16 Nueva Traducción Viviente (NTV): "Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo!"
    La actitud de superioridad con la que nos movemos los evangélicos entre los llamados "los del mundo" "los inconversos" "los no creyentes" "los pecadores"....hace ya muy difícil que actuemos como Jesús, ÈL no trato a los de "mala reputación" como nosotros los tratamos y despreciamos. Es entre nosotros los llamados "salvos" "creyentes" "convertidos" "santos", que también hacemos diferencias y miramos al de al lado juzgando su vida y acciones. No, no nos parecemos a Jesús.

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