PARÁBOLAS, ESTÉRIL



 Jesús les contó entonces esta parábola:
— Un hombre había plantado una higuera en su viña; pero cuando fue a buscar higos en ella, no encontró ninguno.  Entonces dijo al que cuidaba la viña: “Ya hace tres años que vengo en busca de higos a esta higuera, y nunca los encuentro. Así que córtala, para que no ocupe terreno inútilmente”.  Pero el viñador le contestó: “Señor, déjala un año más. Cavaré la tierra alrededor de ella y le echaré abono.  Puede ser que después dé fruto; y si no lo da, entonces la cortas”. (Lucas 13: 6-9)

La higuera es uno de los árboles frutales más fértiles que existe y da varias cosechas a lo largo del año, aunque una vez plantada hacen falta tres años para poder recoger la primera cosecha. Del relato de Jesús se desprenden tres ideas claras que sería bueno que todos los seguidores del Maestro pudiéramos considerar:
Estamos llamados a dar fruto. Jesús afirmó que seríamos conocidos por nuestros frutos y que nuestro Padre recibe gloria precisamente cuando los damos. El fruto es la razón de ser de nuestra vida y la prueba evidente de que existe una relación vital con el Maestro. Así lo enseñó en Juan 15 cuando habló de la vid y los sarmientos y el destino de aquellos pámpanos que no sean fructíferos. Cuando el Nuevo Testamento habla de fruto se refiere a mostrar en nosotros el carácter de Jesús (eso es, al fin y al cabo el fruto del Espíritu) y a nuestras obras de amor, justicia y misericordia hacia el prójimo. 
Aquel que no da fruto se vuelve un parásito. Una higuera que produce higos igualmente sigue ocupando un espacio y usando unos recursos y nutrientes. Se aprovecha de la tierra pero no devuelve nada a cambio. Recibe pero no da. Haciendo esto se convierte, no sólo en algo inútil, sino nocivo, ya que usa recursos que podrían ser usados por otras plantas o árboles que si podrían cumplir su función y dar fruto. Un principio clave de la fe cristiana es dar. Más bienaventurado -afirma Jesús- es dar que recibir. Dios nos amó y dio y, en imitación del Maestro nosotros deberíamos darnos a nosotros mismos en favor de nuestros hermanos y un mundo roto. Pero hay muchos seguidores de Jesús que viven bajo el principio del mundo, recibir. Reciben y reciben centrados en ellos mismos sin devolver nada ni a la comunidad ni al mundo.
Hay un tiempo límite para la esterilidad. La esterilidad no siempre será soportada. No puede ser que alguien improductivo esté constante y continuamente utilizando recursos que no le corresponden y no merece y, al mismo tiempo, privándoselos a otras partes del cuerpo que son auténticamente productivas. Nuevamente Juan 15 es ilustrativo en este sentido: quien da fruto será podado para que pueda dar más. Quien es estéril será cortado para no dañar al resto.

Al leer tu vida con la clave que aporta esta parábola ¿Qué observas en ti? ¿Qué deberías hacer al respecto?



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