PARÁBOLAS, TRIGO Y CIZAÑA
Jesús les contó después esta otra parábola:
— El reino de los cielos puede compararse a un hombre que había sembrado buena semilla en su campo. 25 Pero mientras todos dormían, llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. 26 Cuando el trigo germinó y se formó la espiga, apareció también la cizaña. 27 Los criados se dirigieron entonces al amo del campo y le dijeron: “Señor, ¿cómo es que hay cizaña en el campo, si la semilla que sembraste era buena?”. 28 El amo les contestó: “Alguien que no me quiere bien ha hecho esto”. Los criados le propusieron: “Si te parece, iremos a arrancar la cizaña”. 29 Pero él les dijo: “No lo hagáis ahora, no sea que, por arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo. 30 Dejadlos crecer juntos hasta el tiempo de la siega. Entonces encargaré a los segadores que corten primero la cizaña y la aten en manojos para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero”. (Mateo 13:24-30)
Sembrar un campo de trigo con cizaña era una acción deleznable y una manera de hacer mucho daño a otra persona. Este tipo de acción -que fácilmente podría hacerse de forma impune- debía de ser tan frecuente que incluso en el imperio romano existían leyes que castigaban ese tipo de conductas. Cuando Jesús está usando esta parábola tiene una relevancia total para sus oyentes. Ambas semillas son muy parecidas y en sus primeros estadios de crecimiento es imposible diferenciarlas. No importa cuán competente fuera el campesino, no había manera humana de diferenciarlas y una vez que podían serlo el problema persistía; las raíces de ambas plantas se habían mezclado de tal modo que era imposible arrancar la cizaña sin dañar el trigo. No había más remedio que dejar crecer ambas. Sin embargo, incluso hasta el final el problema persistía. Los granos de la cizaña son semi venenosos y, por tanto, la separación de ambos era precisa para evitar problemas serios de salud.
Jesús usa esta parábola para hablarnos del Reino de Dios y la primera aplicación que podemos entresacar es que en el mismo crecerán, de forma inevitable, juntos tanto el trigo como la cizaña; ambos mezclados y ambos presentes. Una segunda aplicación es la dificultad de distinguir entre ambas cosas, es mucho más complejo de lo que a simple vista parece, es fácil cometer errores que, en definitiva, lo que hacen es dañar la cosecha. Creo que por esta razón Jesús afirmó: "No juzguéis para que no seáis juzgados". ¡Ciertamente! Es fácil cometer errores de juicio. Es fácil hacernos ideas de las personas desconociendo toda la información y todo el trasfondo. Es fácil olvidarnos de que no todo es lo que parece. Aplicado a nuestra propia vida tal vez nos hemos sentido juzgados por personas que desconocían nuestra realidad única y singular, nuestras circunstancias particulares y, por tanto, nos hemos sentido injustamente tratados.
Esta parábola nos invita a dejar el juicio al Señor quien es el único que conoce el corazón del ser humano. Ante el riesgo de dañar la cosecha es mejor dejarlo en manos del experto. Porque esta parábola también nos enseña que al final habrá juicio, al final el amo del campo separará el trigo de la cizaña pero mientras esto sucede nos pide a nosotros paciencia.
¿Cómo te puede ayudar esta parábola a evitar juicios precipitados que dañen a otros?
Que difícil es vivir y dejar vivir. Lo normal es comentar las "jugadas" de los demás componentes del "juego religioso"....Nos volvemos opinologos de las vidas de los demás. Especialista en opinar y juzgar, como hacen los comentaristas en la radio en los programas de fútbol al acabar un partido.
ResponderEliminarObservo que, y me pasa a mí, son las acciones o las actitudes negativas las que juzgamos rápidamente. Esto siempre tiene que ver con lo exterior. Nuestras limitaciones humanas nos impiden ver que pasa en el interior de las vidas. Y que poco observo y trato de imitar a las actitudes y acciones positivas y enriquecedoras.