PARÁBOLAS, SEMILLA DE MOSTAZA



También les contó Jesús esta otra parábola:
— El reino de los cielos puede compararse al grano de mostaza que el labrador siembra en el campo.  Se trata, por cierto, de la más pequeña de todas las semillas, pero luego crece más que las otras plantas y llega a hacerse como un árbol, hasta el punto de que en sus ramas anidan los pájaros. (Mateo 13:31-32)

Mateo, Marcos y Lucas hacen referencia a esta parábola en sus evangelios. Los dos primeros enfatizan lo pequeño de la semilla. Lucas no hace ninguna referencia a este detalle y da más énfasis al refugio que supone el árbol crecido para los pájaros. Desde el punto de vista de la naturaleza la semilla de la mostaza no es la más pequeña de todas las existentes; esto, sin embargo, no es el punto que debe centrar nuestra atención, sino cómo el humilde comienzo del Reino con un predicador itinerante y un puñado de discípulos sin excesiva formación teológica y fuerte oposición desde los estamentos religiosos de su época ha llegado a convertirse en una fuerza universal que ha tenido y sigue teniendo la capacidad para generar transformación en las personas y la cultura. 

Una vez más vemos que lo realmente importante no son los comienzos, sino más bien los finales. De nuevo podemos apreciar lo que parece ser un principio universal, las cosas que impactan y tienen trascendencia, las que tienen la capacidad de convertirse en algo grande, acostumbran a tener comienzos humildes y, con cierta frecuencia, despreciados. Hay un principio orgánico muy claro en esta enseñanza de Jesús, similar al que ya vimos en la parábola de la semilla que crece sin que el labrador llegue a comprender, la semilla tiene en sí misma todo el potencial genético para producir un gran árbol.

Personalmente veo dos claras enseñanzas que se desprenden de esta parábola. La primera tiene que ver con el potencial oculto del Reino. A lo largo de la historia nos ha demostrado una y otra vez su capacidad de crecer, desarrollarse y extenderse en los ambientes más hostiles y áridos espiritualmente hablando. Eso me enseña a no perder nunca la perspectiva y no dejarme desanimar por lo aparente. La segunda tiene que ver con mi propia vida espiritual. Si lo permito, si no me opongo, si soy buena tierra, esa pequeña semilla plantada en mi corazón el día de mi conversión irá creciendo y haciendo que Jesús sea cada vez más evidente en mi vida.


¿Por qué el Reino crece a pesar de tanta hostilidad interna y externa? ¿Qué aplicación tiene para tu experiencia personal el poder de la semilla plantada en ti? ¿Que acción te mueve a llevar a cabo la reflexión anterior?

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