SALMO 55/ LOS ESTADOS DEL ALMA



Escucha, oh Dios, mi oración,
no ignores mi súplica;
atiéndeme, respóndeme.
Estoy turbado por mi pesar, aturdido
por el clamor del enemigo,
por la opresión del malvado,
pues me cargan de desgracias
y me hostigan con furia.
Mi corazón palpita en mi interior,
un terror mortal me sobreviene;
me invaden el temor y el miedo,
me sobrecoge el espanto.
Me digo: “¡Ojalá tuviera alas de paloma
para poder volar y hallar descanso!
Entonces, me alejaría huyendo,
en el desierto habitaría [ Pausa]
y buscaría pronto un refugio
frente al fuerte viento y la tormenta”. (Salmo 55;1-8)


Este salmo, como tantos otros que recientemente he leído me hace pensar en los estados del alma que puede pasar por momentos de gran angustia, abatimiento, cansancio y desesperación como los aquí reflejados. Situaciones de por sí duras y difíciles en las que además pareciera que Dios está ausente, silencioso, por no decir indiferente. Al salmista sólo le queda el grito angustioso y desesperado de ayuda hacia el Señor, la esperanza que más tarde o más temprano responderá al clamor de sus hijos.

Me doy cuenta que el cansancio físico, mental, emocional y espiritual nubla la perspectiva. Las cosas no se ven como son, las cosas se perciben como uno está, es decir, según el estado de su alma y eso, naturalmente, puede llevar a una distorsión de la realidad y también de la experiencia de Dios. Pero los salmos con su crudo realismo nos enseñan que eso puede darse, que es legítimo sentirse así, que no significa que haya falta de fe cuando uno experimenta diferentes estados del alma y que no hay juicio ni condena de parte de Dios. Creo que eso da la libertad para poder experimentar esas situaciones sin tener que añadir, además, culpa.


¿Cuál es el estado de tu alma?






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