EL SERMÓN DEL MONTE 55/ CIMIENTOS/ MATEO 7
Todo aquel que escucha mis palabras y obra en consecuencia, puede compararse a una persona sensata que construyó su casa sobre un cimiento de roca viva. Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa; pero no cayó, porque estaba construida sobre un cimiento de roca viva. En cambio, todo aquel que escucha mis palabras, pero no obra en consecuencia, puede compararse a una persona necia que construyó su casa sobre un terreno arenoso. Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa que se hundió terminando en ruina total. (Mateo 7:24-27)
Hace muchos años trabajé en el despacho de un arquitecto en mi ciudad natal y aprendí uno de los principios básicos de la construcción; la solidez de un edificio depende precisamente de aquello que no se ve, los cimientos. Esto es especialmente cierto en muchas zonas del mundo y de América debido a la amenaza sísmica constante. Mientras las construcciones no son azotadas por los fenómenos naturales es difícil indicar la diferencia entre una sólida y la que no lo es; en ocasiones, aquellas que carecen de buenos cimientos pueden ser más bonitas y con más detalles interiores y exteriores. Ahora bien, cuando llega el momento de la prueba se pone de manifiesto la que está correctamente construida y la que no. Recientes terremotos en Europa y América lo han puesto, desgraciadamente, una vez más de manifiesto.
Jesús utiliza esta analogía para enseñarnos principios acerca de la vida. Indica que la vida que podrá hacer frente a las tormentas de la misma será aquella esté bien cimentada, cuyos cimientos sean sólidos. De aquí ya se desprenden dos lecciones importantes. La primera es que podemos dar por seguro que las tormentas de la vida vendrán, han de venir. Ser un seguidor de Jesús no es ningún antídoto o talismán contra el dolor, el sufrimiento o la catástrofe. Cristianos y no cristianos experimentan los embates de esas tormentas porque forman parte de la condición humana. La segunda es que la capacidad de resistir esas tormentas inevitables dependerá de cuán sólidos sean los cimientos de nuestra vida.
El Maestro habla de cuál es el cimiento apropiado. Escuchar y obrar en consecuencia con relación a sus palabras. Notemos que son dos partes indivisibles de un mismo proceso, escuchar y practicar. Ambas son necesarias, la primera debe llevar obligadamente a la segunda para que tenga valor. No es el conocimiento de las enseñanzas de Jesús lo que nos provee de una sólida estructura para nuestras vidas, sino su puesta en práctica por medio de la obediencia. Conozco a muchos cristianos que tienen un buen conocimiento de los principios bíblicos, sin embargo, estos no se han hecho carne y sangre en sus vidas, es decir, no están integrados en su experiencia cotidiana, son meros conceptos intelectuales. No es de extrañar que cuando vienen las tormentas que Jesús anunció, la fe tenga poco que aportar a esa experiencia y no pueda ser un soporte y apoyo en medio de la aflicción; escucharon pero nunca practicaron y, tristemente, cuanto más tiempo pasa con lo uno sin lo otro, más difícil se hace la obediencia.
¿Sobre que cimiento está construida tu experiencia vital? Si ha sido el caso ¿Qué te han enseñado las tormentas de la vida acerca de tu cimentación? Si no ha sido el caso -todavía- ¿Qué crees que te mostrarán esas tormentas cuando lleguen?
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