EL SERMÓN DEL MONTE 44/ OJOS/ MATEO 6
Los ojos son lámparas para el cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo en ti será luz; pero si tus ojos están enfermos, todo en ti será oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad! (Mateo 6:22-23)
¿Puede la luz entrar a través de las ventanas e iluminar el interior de la habitación? ¿Impide la suciedad de los vidrios que la luz pueda pasar con toda su fuerza y esplendor y hacer retroceder la oscuridad? o, por el contrario, ¿Mengua la calidad e intensidad de la luz y mantiene la habitación en penumbra? La calidad de los vidrios y la orientación de la ventana determinará el acceso de la luz al interior. Jesús juega con esta metáfora al comparar los ojos con una ventana y la luz con la pureza y la revelación. Hemos de tener ojos que permitan que la luz de Dios entre en nuestras vidas y, consecuentemente, haga retroceder la oscuridad, que en la Biblia representa el mal, el pecado, la inmoralidad y todo aquello que se opone y lucha contra Dios. La luz, nos dice la Escritura, todo lo pone de manifiesto; cuando el sol entra con toda su potencia e ilumina una habitación revela todo el polvo y la suciedad que a simple vista no es perceptible. Eso, sin embargo, es positivo, nos hace conscientes de la suciedad y nos mueve, si lo deseamos, a actuar para limpiarla. Lo contrario también es cierto, cuanto menos iluminemos el interior más se irá acumulando la suciedad y menos perceptible será para nosotros.
Todos nosotros necesitamos desesperadamente que la luz de Dios ilumine nuestro interior, saque a la superficie nuestra realidad y nos haga conscientes de ella; sólo de esta manera podremos actuar sobre la misma. Pero para que eso sea posible nosotros hemos de ser intencionales, primero en orientarnos de manera consciente y proactiva hacia la luz, hacia el Reino de Dios y sus valores, prioridades y principios. Segundo, en asegurarnos que no existen en nuestros vidrios -nuestros ojos- suciedad que mengua o incluso llegue a impedir totalmente el paso de la luz de Dios a nuestro interior. Ambas cosas debemos de trabajarlas con voluntad, intención y actividad; de lo contrario la oscuridad seguirá creciendo y creciendo en nuestro interior y la experiencia me dice, puede llegar a convertirse en una oscuridad irreversible que llene de tinieblas y amargura nuestras almas.
¿Hacía dónde están orientadas tus ventanas? ¿Qué intensidad de luz permiten tus vidrios que pase al interior de tu vida? ¿Por qué es necesario para un seguidor de Jesús que la luz de Dios acceda a su interior? ¿Qué efecto produce?
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