EL SERMÓN DEL MONTE 41/ PERO, SI NO PERDONAÍS/ MATEO 6
Porque, si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho. También os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. Pero, si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados. (Mateo 6:14-15)
Esta afirmación de Jesús, aunque fuera de la oración del Padrenuestro, está claramente vinculada con ella y la petición de perdón que en la misma se hace. De hecho, se trata de una ampliación y explicación del ruego que en el versículo 12 se articula: "perdónanos como nosotros perdonamos". En el texto que hoy nos ocupa hay un principio espiritual de suma importancia, nuestra experiencia del perdón de Dios no es incondicional, está condicionada por el hecho de que nosotros perdonemos a otros; no podemos esperar el perdón del Señor si nosotros no se lo otorgamos a otros. Puede ser que no nos guste, que incluso no estemos de acuerdo o no queramos afrontarlo, sin embargo, este pasaje condiciona el perdón de Dios -a quien hemos ofendido- a que perdonemos a otros -quienes nos han ofendido-.
Dios nos pide que otorguemos un perdón unilateral, y esto no siempre es fácil. Perdonar puede ser costoso porque el dolor -la dimensión física- y el sufrimiento -la dimensión emocional- pueden interponerse en nuestro camino e impedir que lo otorguemos. Las heridas pueden estar todavía frescas; el dolor puede renacer simplemente pensando en la ofensa recibida; todo ello supone una barrera real que nos puede impedir perdonar. El perdón se hace aún más difícil cuando el ofensor ni siquiera nos ha pedido perdón; no siente lo que nos ha hecho o incluso está orgulloso de su hazaña.
Pero el Señor nos pide que perdonemos unilateralmente, nos hayan pedido perdón o no lo hayan hecho. Cuando el dolor y el sufrimiento nos impiden perdonar pienso que el único camino es llevar ambas cosas ante el Señor, no negarlas ni intentar reprimirlas; antes al contrario, sacarlas a la superficie, ponerles nombre y apellidos, explicarle al Padre todas las emociones que todavía esa situación genera en nosotros y, una vez todo eso está identificado, dárselo a Dios, dejarlo a su cuidado, ponerlo en sus manos y repetir esa dinámica una y otra vez, tantas como sean necesarias, hasta que el dolor y el sufrimiento hayan sido totalmente destilados. Todo ello acompañado en primer lugar por la meditación en el perdón que Dios nos ha otorgado a nosotros por medio de Cristo y en segundo lugar por la contemplación del sacrificio de Jesús por nosotros para lograr nuestro perdón.
¿Hay personas a las que no puedes perdonar? ¿Se interponen el dolor y el sufrimiento que experimentas en el camino del perdón? ¿Cómo pueden ayudarte los principios compartidos en esta reflexión a otorgar el perdón? ¿Qué vas a hacer al respecto?
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