EL SERMÓN DEL MONTE 32/ PADRE NUESTRO/ MATEO 6



Vosotros debéis orar así: Padre nuestro que estás en los cielos. (Mateo 6:9)


Con estas palabras comienza la oración que es conocida como el Padrenuestro.  Mateo la ubica en el contexto del Sermón del Monte, mientras que Lucas lo hace en otro diferente, como respuesta a la petición de los discípulos. En cualquier caso es una enseñanza en relación a cómo los seguidores de Jesús deberíamos orar, cómo debería ser nuestro diálogo de amor con el Padre. Cuando nos acercamos a esta oración vemos que tiene una estructura muy sencilla, dividida en dos partes, cada una de las cuales incluye tres peticiones; las tres primeras relacionadas con Dios Padre; le dan a Él el primer y central lugar, pues al fin y al cabo, la oración tiene que ver con someter nuestra voluntad al Padre -como nos enseñó Jesús- y no al contrario; las tres últimas relacionadas con nosotros y nuestras necesidades. Respecto a éstas, William Barclay escribe lo siguiente: El pan, nos hace centrarnos en el hoy y nos lleva al Padre, al Creador, al proveedor, al cuidador. El perdón, nos hace centrarnos en el pasado y nos lleva a Jesús, el que cargó nuestros pecados para que nosotros podamos ser perdonados. La tentación, nos hace centrarnos en el futuro, el aquello que está delante de nosotros y nos lleva a Espíritu Santo, nuestro defensor, nuestro consolador, nuestro protector y auxilio.

Padre marca el tipo de relación que tenemos con Dios y cómo podemos articularla. La parábola del hijo pródigo ilustra perfectamente nuestro estado previo de miseria y desolación y la manera como el Señor nos trató con acogimiento, gracia y amor incondicional. Nos muestra como fuimos de nuevo restaurados en la condición de hijos y, una vez en la misma, constituidos herederos nuevamente. Pablo lo afirma diciendo que gracias a la muerte y resurrección de Jesús nosotros somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. La expresión papá, la que literalmente usa Jesús en esta enseñanza, era totalmente extraña e irreverente para un judío piadoso, quien nunca se referiría a Dios con semejante familiaridad. Por tanto, si Dios es nuestro Padre podemos articular nuestra relación con Él en base a la confianza que debe existir entre un padre y sus hijos. El escritor de Hebreos nos habla de que nosotros podemos acercarnos al trono de Dios con total y absoluta confianza. Nuestra relación con el Padre está regida, precisamente, por esa actitud, confianza, que puede ser definida como la medida en que nos sentimos seguros con el Señor, ante su presencia. ¡Qué diferencia con el tipo de relación que los paganos establecían y establecen con sus dioses! Estos eran impredecibles, caprichosos, iracundos, frívolos y, por tanto, el devoto debía de estar constantemente ganándose su aprobación o evitando su ira.


¿Cómo es tu relación con Dios? ¿Responde a la confianza que debería tener una relación paterno-filial? ¿Hasta que punto tu modelo paternal puede estar influenciando tu percepción de Dios como padre? ¿Qué puedes o deberías hacer al respecto? Si confianza es la medida de nuestra seguridad con alguien ¿Cuán seguro te sientes con Dios?










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