EL SERMÓN DEL MONTE 14/ RECONCILIACIÓN/ MATEO 5
Por tanto, si en el momento de ir a presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. Luego regresa y presenta tu ofrenda. (Mateo 5:23-24)
Si anteriormente el Maestro había indicado que el amor a Dios pasa por el amor al prójimo y ambos están íntimamente vinculados, aquí nos dice que la relación con el Señor pasa por la relación con nuestro prójimo. De hecho, nos dice que no podemos estar a bien con Él si no estamos a bien con nuestro hermano; también ambas cosas van de la mano, son inseparables. La realidad, sin embargo, nos muestra que la reconciliación no es posible si las dos partes no la desean y no la buscan.
En ocasiones, el dolor que nos ha producido una acción, una omisión o una actitud puede hacer que nos cueste otorgar el perdón y aceptar la reconciliación. El dolor puede ser todavía muy agudo, muy fresco, muy reciente o muy intenso y no queremos, sabemos o podemos superarlo; todas esas cosas son posibles. Por otra parte el orgullo puede impedir que pidamos perdón e iniciemos el proceso de la reconciliación. Si para uno la barrera es el dolor para el otro lo es el orgullo; ambas cosas hacen difícil y en ocasiones inviable la reconciliación.
Jesús es un ejemplo para nosotros a seguir. Con gran dolor y sufrimiento hizo posible que nosotros nos pudiéramos reconciliar con Dios, sin embargo, aunque nos invita a esa reconciliación no la fuerza en nosotros, porque la reconciliación nunca puede ser forzada, nunca puede ser impuesta, siempre ha de ser aceptada. El reto es pues doble; por un lado superar el dolor, por el otro el orgullo. Pero de no hacerlo, nuestra relación con el Señor siempre estará en falso.
¿Qué te impide la reconciliación el dolor o el orgullo? ¿Qué debes y puedes hacer al respecto?
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