MOISÉS/ HUMILDAD/ NÚMEROS 12



Entonces María y Aarón criticaron a Moisés porque se había casado con una mujer cusita. Decían: — ¿Ha hablado el Señor solamente a través de Moisés? ¿No ha hablado también por medio de nosotros? Y el Señor lo oyó. Moisés era un hombre muy humilde; no había sobre la tierra otro más humilde que él. Así que de pronto llamó el Señor a Moisés, a Aarón y a María y les dijo: — ¡Acudid vosotros tres a la Tienda del encuentro! (Números 12:1-4)

Moisés y su liderazgo no era cuestionado únicamente por el pueblo, también lo fue por sus propios hermanos que se enfrentan a él y le censuran por su matrimonio con una mujer cusita. Ciertamente se trataba de una esposa que no pertenecía al pueblo de Israel, sin embargo, cuesta entender cuáles eran las motivaciones reales detrás de la queja de Aarón y María ¿Querían más o mayor parcela de poder? ¿Consideraban que la pertenencia a la familia del líder les daba derecho a tener una mayor involucración en la toma de las decisiones? No lo sabemos de seguro; lo que si sabemos es que aquello no gustó al Señor que llamó a los tres hermanos a capítulo y reivindicó, delante de ellos a Moisés, su estatus y su liderazgo. María incluso tuvo que sufrir una lepra de la que se salvó gracias a la intervención de aquel hermano a quien momentos antes había cuestionado. 
No vemos en ningún momento ningún tipo de queja por parte de Moisés; de él se dice que era un hombre de tremenda humildad. He querido ir al diccionario para saber cuál es el significado exacto del término y no quedarme con una idea difusa del mismo. Humildad es una palabra que viene del latín. Significa el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades; la capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes y reconocer sus defectos y errores. Jesús se calificó a sí mismo como alguien manso y humilde y nos pidió que aprendiéramos de Él en este sentido. El propio apóstol Pablo, el más grande entre todos ellos por su impacto evangelístico y producción literaria, afirmó que era lo que era debido a la gracia de Dios; se reconocía a sí mismo como el menor entre todos los apóstoles, incluso entre todos sus hermanos.
La persona humilde no desprecia ni ignora sus logros; es consciente, sin embargo, que son producto del trabajo de la gracia del Señor en su vida. No tiene nada que proteger, que demostrar o reivindicar, el Señor lo hace por Él. Y este, precisamente, es el segundo aspecto que me impresiona de este pasaje. Moisés no dice ni una sola palabra en su defensa, no trata de justificar su ministerio, liderazgo o trabajo; deja que sea el Señor quien salga en su defensa. Y Dios lo hace. El es Señor quien da la cara por su liderazgo, posición y buen nombre.
Moisés me desafía cuando me miro en su espejo a imitarlo. Primero, en su humildad. Reconocer que lo poco que soy se lo debo al Señor. Darme más y más cuenta que es únicamente por su gracia, que no es debido a lo que soy, es más bien a pesar de todo lo que soy. Eso quita de mí cualquier orgullo, cualquier pretensión de creer que soy más de lo que realmente soy; poner en perspectiva mis logros. Segundo, a dejar mi liderazgo en las manos de Dios. Estoy donde estoy porque Él me ha puesto allí, ha abierto las puertas, me ha dado las oportunidades. El día que no quiera que continue cerrará las puertas y no habrá nada que hacer. Si es su voluntad que persista nada ni nadie podrá impedirlo. Moises me reta a tener una conciencia limpia delante del Señor y dejar que mi nombre, mi posición, mi liderazgo quede en sus manos y cuando haya crítica u oposición sea Él quien me reivindique. Si Él no lo hace, no vale la pena luchar y enconarse. 

¿Qué situaciones hay en tu vida que requieren que sea el Señor quien te reivindique delante de los demás? ¿Cómo puedes gestionar esa realidad con Dios?

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