JOSUÉ/ CELOS/ NÚMEROS 11
Un joven corrió
y dio aviso a Moisés, diciendo: Eldad y Medad están actuando como profetas en
el campamento. Entonces Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés desde su
juventud, intervino diciendo: Señor mío Moisés ¡Detenlos! Pero Moisés le
respondió ¿Estás celoso por mí? Ojala todo el pueblo del Señor fuera profeta y
el Señor les infundiera su espíritu. (Números 11: 27-29)
Josué, movido
por los celos según indica el texto, quería que aquellas personas no fueran
autorizadas a profetizar. De algún modo sentía que no estaban bajo control, que
estaban haciendo las cosas al margen de Moisés. Pienso que Josué se fijó en la
parte más superficial de la situación –estos no forman parte de nuestro grupo y
hacen las cosas al margen nuestro- y no en el fondo de la misma –estos han sido
ungidos por el Señor con su Espíritu, por tanto cuenta con su beneplácito-.
Moisés supo interpretar aquello como una bendición, algo que venía del Señor y
que, consecuentemente, no podía sino alegrarse y desear que, no únicamente
aquellos dos, sino todo el pueblo a ser posible, pudieran experimentar algo
similar. Semejante actitud demuestra la grandeza de Moisés.
Este pasaje me
ha hecho pensar acerca de cómo reacciono cuando observo la bendición que otros
reciben de parte del Señor y que yo no estoy recibiendo. Si he de ser honesto
conmigo mismo debo admitir que es más fácil identificarse –aunque sea de forma
momentánea- con el dolor del otro que con su bendición. Lo primero puede
generar en nosotros compasión, pesar; lo segundo puede fácilmente generar
celos. Porque cuando el otro recibe bendición y yo no, hay un sentimiento de
injusticia, de pérdida por aquello que creemos que nosotros también
mereceríamos y no hemos recibido. Nuestra reacción puede variar desde una
hipócrita alegría cuando estamos con el bendecido, a la indiferencia, al
desprecio de la bendición e incluso al rencor hacia la persona. Veo que hace
falta mucha madurez humana y espiritual para tener la capacidad de sentirse
contento, gozoso cuando al otro las cosas le van bien y su vida recibe
bendición.
Yo como
cualquier ser humano no estoy exento de ese tipo de reacciones y puedo
identificarlas en mí mismo. La reacción de Moisés me reta a examinar mis
emociones en este tipo de situaciones y actuar de la forma adecuada. No veo más
camino que el de la honestidad con Dios; el reconocer mis emociones negativas
ayudado por el Espíritu Santo, dárselas al Señor y repetir ese proceso tantas
veces como sea necesario. Pienso que esta es la forma en que puedo gestionar
–no negar- mis miserables emociones e ir desarrollando el saludable hábito de
gozarme con las bendiciones que el Señor ha otorgado a otros.
¿Qué situaciones
estás viviendo que ponen a prueba tu capacidad de gozarte con las bendiciones
recibidas por otros? ¿Qué vas a hacer al respecto?
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