CORÉ/ ENVIDIA/ NÚMEROS 16 Y 17



Se amontonaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Ya está bien de privilegios! Si toda la comunidad es santa y el Señor está en medio de ella, ¿Por qué sólo vosotros os arrogais el derecho a presidir la comunidad del Señor? (Números 16:3)


El capítulo 16 del libro de Números narra dos rebeliones en marcha contra Moisés y Aarón. Aunque los motivos de cada una de ellas son diferentes; confluyen, sin embargo, porque es bien cierto que la unión hace la fuerza; juntos podían presionar más y mejor al liderazgo. Coré era parte de la tribu de Leví, la encargada de las funciones sagradas dentro del pueblo de Israel. Sin embargo, no pertenecía al clan de Aarón, el único entre todos los de la tribu de Leví que había recibido la función específica del sacerdocio. El resto de los clanes tenían responsabilidades logísticas y no cúlticas; concretamente el de Coré era  encargado de transportar los objetos más sagrados de la tienda de encuentro cada vez que se producía un desplazamiento por el desierto. Se puede afirmar que en rango iban inmediatamente detrás de los sacerdotes; era un lugar privilegiado pero no suficiente. Porque de la lectura del pasaje se desprende precisamente eso, que Coré aspiraba a tener una posición mayor de liderazgo y consideraba injusto que no pudiera tener el mismo rol que Aarón y su familia. Eso le llevo a desafiar la dirección de Moisés y Aarón con las consecuencias nefastas que el pasaje narra.

Moisés nunca aspiró al liderazgo, fue Dios quien lo colocó en la posición en la que estaba y la misma no le supuso sino un quebradero de cabeza detrás de otro. Coré aspiraba al liderazgo y no estaba satisfecho con el papel que Dios le había asignado; tenía envidia. La envidia es tristeza o pesar por el bien ajeno; es desear algo que no se posee. Este era el problema de Coré. Esto me lleva a pensar acerca de cuál es mi respuesta cuando me encuentro en una posición que considero que es insuficiente para lo que yo merezco. Cómo reacciono cuando otros tienen y ejercen el liderazgo que yo desearía tener y ejercer. Sin duda, como en el caso de Coré, la envidia siempre se camufla o disfraza de razones espirituales "toda la comunidad es santa" afirmó Coré, pero en el fondo es sencilla y simplemente eso, envidia. 

Cuando en cuestiones de liderazgo no tenemos aquello que deseamos o pensamos que merecemos es normal y natural que se produzca en nosotros una reacción de enfado, frustración o incluso envidia. Tenemos nuestras buenas razones para pensar que nosotros lo merecemos e incluso que lo haríamos mejor que el líder en cuestión. El asunto, una vez más, es qué hacemos con esos sentimientos que nos genera la situación, cómo los gestionamos. En mi larga experiencia de ministerio y liderazgo siempre he tenido una máxima que me ha ayudado en este sentido: "las puertas que Dios abre nadie las puede cerrar; aquellas que Él no abre no vale la pena abrirlas a patadas". Dicho de otro modo, si el Señor tiene para ti una posición de liderazgo la obtendrás; si no la tiene no vale la pena forzarlo porque será un desastre, una catástrofe para ti y para aquellos que debes liderar. Por eso, a diferencia de Coré que confrontó a sus líderes con motivaciones equivocadas, nosotros deberíamos agradecer al Señor el lugar donde nos ha puesto; servirle allí con fidelidad y excelencia; ser fieles en los poco; hablar con Él de las emociones negativas, incluso de la envidia que puede ser que experimentemos, a fin de que nos ayude a procesarlas y evitemos que nos dañen a nosotros y a otros. No conozco otra vía alternativa.


¿Qué situaciones estás experimentando que requieren de ti que apliques estos principios?

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