AARÓN/ BAJO PRESIÓN/ ÉXODO 32



Y dijo a Aarón: ¿Se puede saber qué te hizo este pueblo para que le indujeras a cometer un acto tan aberrante? Aarón respondió: Señor mío, no te enfades contra mí; tú sabes que este pueblo es proclive al mal. Me dijeron: “Haznos un dios que nos guíe, pues no sabemos qué le habrá pasado a ese Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto”. Yo les contesté: “El que tenga oro, que se desprenda de él”. Ellos me lo entregaron, yo lo eché al fuego ¡y salió este becerro! (Exodo 32: 22-24)

La respuesta de Aarón ante la pregunta de su hermano no puede ser más pueril. Eché el oro en el fuego y, fíjate tú, salió un becerro, ¡Qué cosas!. Aarón, sin ningún lugar a dudas, se vio desbordado por las circunstancias; fue presionado por el pueblo y salió lo mejor que pudo de la situación. No justifico al hermano de Moisés, pero lo entiendo. Es muy fácil desde mi perspectiva como lector juzgarlo y ser poco misericordioso con él; me pregunto qué habría hecho yo en una situación como la suya al encontrarme bajo presión. En su caso no supo manejarla bien; le movió a dejarse llevar por la misma y, en vez de ejercer su liderazgo y guiar al pueblo en la dirección correcta, sucumbió ante ella y se hizo cómplice de su idolatría. Me pregunto cómo debió procesar Aarón la experiencia, qué reflexión hizo al respecto, qué lecciones aprendió de su manejo de la crisis.

Porque una de las cosas asociadas con la presión es que se pone de manifiesto nuestra realidad como personas. Cuando todo va bien, todo va bien. Cuando estamos sometidos a presión, cuando somos puestos a prueba, cuando las cosas van mal es cuando se manifiesta nuestra auténtico yo; es cuando nuestras debilidades salen a la superficie; es cuando la calidad de nuestro carácter se evidencia; en definitiva, es cuando podemos constatar la profundidad y consistencia de nuestro seguimiento de Jesús. Porque incluso si sucumbimos a la presión, como en el caso de Aarón, podemos aprender de ella. Bajo presión salen a la luz realidades que de otro modo ignoraríamos y, consecuentemente, no podríamos hacer nada al respecto. Bajo presión se muestra nuestra realidad y ésta, siempre, siempre es nuestra amiga; porque aunque no nos guste o sea duro aceptarla, nos brinda una oportunidad de actuar sobre ella, de buscar al Señor para que nos ayude a afrontarla, para que nos de los recursos necesarias para cambiar aspectos de nuestra vida. Nada nos enseña tanto acerca de nosotros mismos y nuestro seguimiento de Jesús como la presión, sea de la gente o de las circunstancias o la combinación de ambas. 


¿Cómo reaccionas ante la presión? ¿Qué te enseña acerca de tu carácter? ¿Qué te enseña acerca de tu seguimiento de Jesús? ¿Qué aspectos te está mostrando la presión sobre los que deberías incidir?


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