MOISÉS OBJECIONES 2: NO ME CREERÁN/ ÉXODO 4



Moisés replicó: -No me creerán, ni me escucharán; dirán que no se me ha aparecido el Señor. (Éxodo 4:1)


La segunda objeción de Moisés está, en mi opinión, muy relacionada con la primera; si yo no soy nadie, nadie me escuchará, mucho menos me creerá. Tiene sentido; probablemente nadie se acordaba ya de la figura de Moisés pues habían pasado muchos años. Si era recordado cabía la posibilidad de que su recuerdo no fuera positivo; el que había huido dejando al pueblo en la estacada. ¿Qué credenciales y qué credibilidad tenía un fugitivo para presentarse ante el pueblo? ¿Qué posibilidades de ser escuchado y mucho menos creído por sus oyentes? Vale la pena ponerse en el lugar de Moisés antes de juzgarlo con excesiva dureza; tienes una aparición de Dios -al que antes no habías conocido- que te dice que vayas, te enfrentes al gobierno de una nación poderosa y lleves a su pueblo al desierto para adorarlo. Moisés dudaba de él y dudaba de la gente a la que iba destinada su mensaje; dudaba del éxito y los resultados de su misión.

Nuevamente Moisés es un espejo en el que puede verse reflejado cualquier seguidor de Jesús. Hay un miedo a ser rechazados por aquellos a los cuales estamos llamados a llevar el mensaje de restauración y reconciliación. Moisés verbaliza con el Señor lo que muchos de nosotros -lo reconozcamos o no- sentimos y pensamos. Nuestra imagen mental coincide mucho con la de Moisés; esto es especialmente cierto en las culturas postmodernas. Vemos a las personas con esta doble característica, a saber, no van a escucharnos y, en el hipotético caso que lo hicieran, no van a creernos. Consecuentemente, nos paralizamos y vivimos prisioneros de esa idea que nos limita y nos incapacita para la misión. 

Para mí el problema no es el tener miedo, sino qué hacer con él. La necesidad de reconocerlo, aceptarlo y verbalizarlo con el Señor y, finalmente, actuar en confianza en Él. Entender que no estamos llamados al éxito, sino antes al contrario, a la fidelidad. Aceptar que los resultados dependen de Dios y no de nosotros. Movernos por la necesidad de aquellos a los que somos llamados aún al precio de tener que lidiar con nuestras inseguridades. Hace ya muchos años cuando comencé a trabajar con la misión con que continuo me enseñaron un principio en relación al éxito que sigue acompañándome hasta el día de hoy: "El éxito en la misión consiste en tomar la iniciativa en compartir a Jesús en el poder del Espíritu Santo dejando los resultados a Dios".


¿Cómo te afectan estas ideas licitadoras en tu relación con aquellos que no conocen a Jesús?

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