FARAÓN/ DESOBEDIENCIA/ ÉXODO 5
Después de esto, Moisés y Aarón se fueron a ver al faraón y le dijeron: Esto dice el Señor, Dios de Israel: deja salir a mi pueblo para que celebre en mi honor una fiesta en el desierto Pero el faraón respondió: ¿Quién es el Señor para que yo lo obedezca y deje salir a los israelitas? Ni conozco al Señor, ni dejaré salir a los israelitas. (Éxodo 5:1-2)
Cualquier seguidor de Jesús leyendo este pasaje desarrolla un antagonismo natural y una actitud de juicio hacia faraón, el rey de Egipto. Lo percibimos como un tirano malvado desobediente a la voz del Señor. Sin embargo ¿no es natural su actitud? ¿Cómo reaccionaríamos nosotros si estuviéramos en su lugar? Somos los gobernantes de un país que tiene una buena parte de su economía basada en la esclavitud; un buen día alguien se nos presenta y pide que liberemos a toda la mano de obra gratuita que nos genera enormes beneficios económicos. Todo ello sin tener en cuenta las implicaciones políticas y militares que aquello podría traer para la nación. Me temo que, si lo miro desde el punto de vista lógico, mi reacción sería similar. Si lo valoro sin tener en cuenta la perspectiva espiritual que tengo como seguidor del Maestro, con gran probabilidad haría lo mismo; había intereses económicos, sociales, políticos y militares que proteger.
Tal vez somos más similares a faraón de lo que a primera vista parece; mucho más de lo que pensamos y queremos aceptar. Cuando observo con más detenimiento a este personaje veo alguien que dice ¡No! a Dios porque las demandas del Señor ponen en jaque sus intereses. Esta, en mi humilde opinión, es la esencia de la situación del rey de Egipto; una obediencia que atenta contra mis intereses.
¿Cuántas veces no es este el dilema de la obediencia que me exige el Señor a mí mismo como hijo suyo? No obedezco al Maestro porque según mi criterio y opinión no me conviene ¿O existen otras razones? No lo hago porque puede implicar cambios en mi estilo de vida; mis prioridades, relaciones, valores, motivaciones y actitudes tienen que ser alteradas y no estoy dispuestos a llevarlo a cabo. Y cuando lo pienso bien tengo buenas razones para ello, podría perfectamente argumentar con el Señor como lo hizo faraón. En resumidas cuentas el rey de Egipto me plantea el reto de la obediencia cuando esta confronta mi estilo de vida y me demanda cambio. Salvando la distancia temporal y situacional, no estamos tan lejos del reto que tuvo que enfrentar aquel hombre.
Y a ti ¿Qué buenas razones te impiden desobedecer a Dios?
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