JOSÉ/ EL SEÑOR SEGUÍA ESTANDO CON ÉL/ GÉNESIS 39
Cuando el marido oyó de labios de su mujer cómo la había tratado su siervo, montó en cólera; acto seguido mandó apresar a José y lo metió en la cárcel, donde estaban recluidos los presos del rey. De este modo José fue a parar a la cárcel. Pero el Señor seguía estando con él y no dejó de mostrarle su favor. Hizo que se ganara la simpatía del jefe de la cárcel, (Génesis 39:1-21)
José nos plantea un reto que discurre a lo largo de las páginas de las Escrituras y se evidencia en nuestra propia vida cotidiana ¿Por qué los justos sufren y las cosas les van mal? Hay una superficial y poco bíblica creencia, sin embargo, muy extendida entre los seguidores de Jesús; según la misma, los justos siempre son bendecidos por el Señor y nunca las cosas les salen mal. Consecuentemente, si algo no te sale bien es una señal evidente de pecado y del abandono del Señor. Como resultado de esa errónea -pero vuelvo a insistir ampliamente extendida- creencia muchos cristianos viven con miedo a ser castigados por el Señor; del mismo modo interpretan cualquier contratiempo como algo que Dios envía en respuesta a algo malo que han hecho o dejado de hacer. Es una relación basada en el miedo no en el amor y la confianza.
Este fue el debate entre Job y sus amigos. Para estos últimos, ardientes defensores de esa visión de la relación con Dios, lo que éste sufría sólo podía ser explicado por la presencia del pecado en su vida. En resumidas cuentas ¡Algo habrás hecho Job! todo el mundo sabe que los justos no sufren calamidades. De tal modo que el pobre hombre tuvo que añadir a todos sus sufrimientos el espiritual. El Señor se encargó de mostrarles ¡Cuán equivocados estaban! y la carencia de causa y efecto en lo que Job estaba experimentando. Esta fue la realidad que tuvo que vivir José quien fue a la cárcel no porque se lo mereciera, sino más bien a pesar del deseo de vivir haciendo lo correcto y de esta manera honrar a Dios. Por eso, las palabras de Génesis son tan importantes; el escritor menciona que a pesar de acabar en la cárcel "el Señor seguía estando con él". Pero tal vez el ejemplo más evidente del sufrimiento inmerecido e injusto es Jesús. Como dice el apóstol Pedro en su primera carta, murió el justo por los injustos para llevarnos a Dios. Cristo no sufrió por su pecado, sufrió a pesar de que nunca hubo maldad, engaño o pecado en Él; pero no debemos olvidar que Dios lo reivindicó resucitándole de entre los muertos.
En José aprendo que el dolor y el sufrimiento y que las cosas vayan mal no es una señal ni un indicador de que Dios nos haya vuelto la espalda y nos esté castigando. Por tanto, también deduzco que lo contrario, que todo vaya bien, no es una señal de la aprobación y el respaldo del Señor. Aprendo también que incluso en medio de las circunstancias adversas Jesús está con nosotros, aunque tal vez no podamos experimentarlo. Precisamente por eso, no debo olvidar sus promesas de permanecer conmigo todos los días hasta el fin y no dejarme ni desampararme. Aprendo también que uno hace lo correcto porque con ello honra al Señor al margen de que las consecuencias puedan ser o no las deseadas; incluso cuando las mismas son, como en el caso de José, en detrimento propio.
¿Qué situaciones estás viviendo en las que el reto es hacer lo que honra al Señor sin tener en cuenta las consecuencias?
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