SARA/ IMPULSOS/ GÉNESIS 21



Un día, Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de la egipcia Agar jugaba con su hijo Isaac; dijo entonces a Abrahán: - ¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! Porque el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac. Esto dolió mucho a Abrahán, porque Ismael también era hijo suyo. (Génesis 21:9-11)


Es complicado enfrentarse a este pasaje. Siempre hay eruditos bíblicos, bienintencionados desde mi punto de vista, que tratan de justificar teológicamente la situación aludiendo a Pablo y lo que escribe en Gálatas acerca del hijo de la esclava y el de la libre. Puede ser, sin embargo, dudo que Sara cuando toma esa decisión tenga en mente tan altos pensamientos teológicos y no sean instintos más bajos los que tal vez mueven sus acciones. Lo que conozco de ella hasta este punto me la releva como un mujer impulsiva que le cuesta manejar sus impulsos. 

Un impulso le llevó a ofrecer a Agar a su marido Abrahán para así poder tener descendencia y acelerar el plan de Dios. Otro impulso le lleva a maltratar a la esclava forzando su huída ¿Para salvar su vida?. Otro impulso le lleva a reírse cuando el Señor anuncia que tendrá un hijo al cabo de un año. Finalmente, ¿Fue otro impulso lo que le hizo tomar la decisión de echar fuera al hijo de la esclava y a su madre?

No estoy diciendo que detrás de cada decisión o acción no hubiera razones o motivos que la explicaran ¿Pero las justifican? ¿Habría habido una manera diferente de afrontar todas y cada una de esas decisiones o acciones? No lo sabemos y todo lo que podemos hacer es especular al respecto. Sin embargo, siempre hubo consecuencias inesperadas de las decisiones que ella tomó y los impulsos a los que cedió.

Sara, una vez más, me ha servido como espejo y me ha hecho pensar en mis propios impulsos. Me doy cuenta, al pensar en ello, que no puedo -en la mayoría de las ocasiones- impedir que ciertas ideas, pensamientos, sensaciones vengan a mi mente y me propongan tomar determinadas acciones o emprender ciertas reacciones. Hasta este punto el proceso no lo puedo controlar. Ahora bien, si que soy responsable de gestionar todo lo que aparece por mi mente e impedir que eso derive en un impulso que me dañe a mí o a otros. La clave es cómo gestionar lo que genera el impulso que nos lleva a una acción rara vez meditada, pensada, sopesada.

Mi experiencia -que no tiene más valor que ser mía- me dice que el único procedimiento que funciona es reconocer lo que está sucediendo en mi mente, no negarlo ni reprimirlo, ponerle nombre y apellidos y después, honestamente dárselo al Señor y repetir ese proceso tantas veces como sea necesario. El libro de Proverbios tiene mucho que decir al respecto. Así pues RECONOCER --> NOMBRAR --> DAR


¿Cómo gestiona aquello que puede derivar en impulsos?

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