SARA/ DOS REALIDADES/ GÉNESIS 18
— El año próximo volveré sin falta a visitarte, y para entonces Sara, tu mujer, habrá tenido un hijo. Mientras tanto, Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, a espaldas del que hablaba. Abrahán y Sara ya eran ancianos, entrados en años, y Sara ya no tenía sus períodos menstruales. Por eso Sara no pudo contener la risa al pensar en sus adentros: “¿Ahora que ya estoy seca voy a tener placer con un marido tan viejo?”. Pero el Señor dijo a Abrahán: — ¿Cómo es que Sara se ha reído pensando que una mujer tan anciana no puede dar a luz? ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? El año que viene por estas fechas volveré a visitarte y Sara habrá tenido un hijo. Sara tuvo miedo, y lo negó diciendo: — Yo no me he reído. Pero el Señor le replicó: — Sí que te has reído. (Génesis 18: 10-15)
Cuando salió de su tierra para comenzar una vida nómada en Canaán Sara era ya una mujer de edad avanzada. Han pasado probablemente veinte años desde ese momento y Sara hace mucho tiempo que ha dejado de ser fértil, por tanto su respuesta a la conversación que oyó entre su esposo es los recién llegados es del todo normal y natural. No puedo olvidar que en varias ocasiones previas Abrahán había tenido una actitud similar al contemplar su realidad, ambos ancianos, sin descendencia hasta el momento y, humanamente hablando, sin posibilidades de tenerla en el futuro. No puedo olvidar el plan B que significó Ismael.
Es fácil juzgar a Sara desde la distancia y atribuirle falta de fe y conocimiento del carácter de Dios. Estoy seguro, sin embargo, que yo hubiera reaccionado de una forma similar. Sara tuvo que experimentar la tensión de estar sometida a dos dimensiones de la realidad, la del Señor y la suya propia. Desde la de Dios no existe nada imposible, las leyes físicas no significan ninguna barrera para Él, ni le imponen ninguna limitación y le obedecen. Desde la de Sara hay las limitaciones propias de su estado físico, su esterilidad y su edad que se conjugan para hacer imposible que pueda tener más hijos. Sara no puede dejar de experimentar lo que experimenta y no ha podido desarrollar la capacidad de ver más allá de su dimensión de la realidad, cierta, sin duda, pero limitada.
Me veo reflejado en Sara y pienso acerca de mí mismo. No puedo negar mi realidad, lo que veo y experimento es cierto y ni quiero ni puedo rechazarlo. Pero si bien mis situaciones son reales no son la totalidad de la realidad, hay mucha más realidad de la que yo vivo, siento, experimento, veo y palpo, está toda la realidad de Dios y necesito desarrollar la capacidad de verla, de no permitir que la mía empañe la del Señor y me impida experimentarla y verla.
Me doy cuenta que como seguidor de Jesús siempre tendré que moverme en esas dos dimensiones de lo real y que eso, me guste o no, siempre me creará una tensión y una presión que, a menudo, puede resultar difícil de manejar porque la dimensión del Señor entra en conflicto o contradicción con mi propia dimensión. Es aquí donde necesito desarrollar la fe y la confianza, el caminar por fe y no por vista como dice el apóstol. Un camino de aprendizaje que me doy cuenta dura y durará toda la vida.
¿Qué partes de la realidad de Dios puedes estar perdiendo al centrarte únicamente en tu realidad?
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