ABRÁN/ CONFIAR/ GÉNESIS 15
Pero el Señor le respondió: ¡No! ese hombre no será tu heredero; el heredero será tu propio hijo. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: Echa un vistazo al cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. ¡Así será tu descendencia! Abrán creyó a Dios, y el Señor le concedió su amistad. (Génesis 15:3-6)
Abrán está en un viaje de fe. Ha dejado la seguridad de Ur y se ha convertido en un nómada que carece de la estabilidad que, en aquellos tiempos, proporcionaba el estar ligado a la tierra. Incluso ha estado dispuesto a ceder a su sobrino la parte de la tierra económicamente más rentable para salvaguardar las relaciones familiares. El Señor le prometió que la tierra que pisaba le sería dada s sus descendientes, sin embargo, el tiempo va pasando y el patriarca ni siquiera tiene un hijo que garantice la continuidad de su clan, mentalmente ya se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de que su heredero sea su mayordomo, un sirio originario de Damasco.
Es en este contexto que vuelve a tener una revelación del Señor quien nuevamente le confirma la promesa de que será su propia descendencia la que heredera la tierra. La respuesta de Abrán, según indica el texto, fue creerle al Señor, confiar en Él, esperar que se cumpliría aquello que afirmaba. Nada había cambiado, su edad era la que era, su mujer continuaba siendo estéril y también de edad avanzada, sin embargo, el patriarca confió en la palabra dada por Dios y, consecuentemente, el Señor, según lo expresa mi versión, le concedió su amistad (La Reina Valera lo traduce por: lo declaro justo)
El punto clave de Abrán, para mí, es la confianza en la palabra dada por el Señor y al mirarme en ese espejo pienso en las veces que mi confianza se ha debilitado porque me he fijado más en las circunstancias y menos en el carácter del Señor, y cuando miro a las primeras no es raro que mi ánimo decaiga. Reconozco que soy un ser tarado por el pecado. Reconozco esa tara en la debilidad de mi confianza en Dios a pesar de llevar tantos años caminando con Él. Reconozco esa tara cuando me doy cuenta que las experiencias del pasado, en las que la intervención del Señor ha sido evidente, se desvanecen, pierden intensidad y pareciera que no he aprendido nada respecto a su fidelidad y confiabilidad. Abrán me enseña no a negar la realidad o las circunstancias, en este texto él mismo las menciona con claridad, sino a mirar más allá de ellas, a mirar el carácter del Dios que ha empeñado su palabra conmigo.
¿Qué circunstancias estás viviendo que requieren que te centre en la promesa del Señor y no en ellas?
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