LÁMEC/ VIOLENCIA/ GÉNESIS 4
Un día, Lámec dijo a Adá y Selá, sus mujeres: — Escuchadme mujeres de Lámec, prestad atención a mis palabras: He matado a un hombre por herirme y a un muchacho por golpearme; Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lámec lo será setenta y siete.
Lámec es un descendiente de Caín y asusta ver que la misma pauta que se manifestó en su ancestro está presente en Lámec y, además, exacerbada, expresada con mayor intensidad, arrogancia y desproporción entre la ofensa y la respuesta. La violencia y la arrogancia de Caín está totalmente presente en su descendiente y eso da que pensar.
Me pregunto si la descendencia de Caín fue alejándose más y más del Señor y, consecuentemente, fue perdiendo el norte moral, la capacidad de distinguir entre lo que se quiere hacer y aquello que se debe hacer, la contención de los impulsos y los deseos. En mi vasta experiencia humana y pastoral nunca he visto a nadie que alejándose de Dios haya mejorado moral, ética y espiritualmente.
Fuera del Señor siempre es más fácil justificarse a uno mismo y armar toda una batería de argumentos para hacer razonable lo que hacemos o dejamos de hacer. Al fin y al cabo, esa es una de las funciones de nuestro cerebro, dar justificación a nuestros actos, armar un caso para acallar nuestra conciencia y, doy fe de lo creativo que puede ser mi cerebro.
Otra cosa que me ha preocupado después de leer ese rasgo de violencia en la familia de Caín es hasta qué punto transmitimos a nuestros descendientes aspectos negativos y destructivos de nuestro carácter. Veo eso mismo reflejado en la familia de Abraham, un rasgo de mentira y falsedad que va pasando de generación en generación. ¿Cuánto de mi carácter, bueno y malo, pasa a mis hijos? ¿Cómo mi pecado moldea mi carácter? ¿Qué implicaciones tiene o debería tener para mi estilo de vida?
Soy consciente de que no tengo ninguna base científica para lo que estoy afirmando, sin embargo, me asusta cada vez que veo a mi padre reflejado en mí y también me asusta cuando veo rasgos de mí en mis hijos, rasgos que no han sido todavía controlados y moldeados por el Espíritu de Dios y que de no hacerlo, no les harán ningún bien.
¿Qué piensas de todo esto al observarte a ti mismo?
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