ABRÁN/ BENDICIÓN PARA OTROS/ GÉNESIS 12



Dios le dijo a Abram: «Deja a tu pueblo y a tus familiares, y vete al lugar que te voy a mostrar. Con tus descendientes formaré una gran nación. Voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás de bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan. ¡Gracias a ti, bendeciré a todas las naciones del mundo!» (Génesis 12:1-3)

En el capítulo 12 de Génesis comienza la saga de Abraham el patriarca. Todo tiene su inicio donde quedó Téraj, su padre, en Jarán, a medio camino de la tierra de Canaán. Todo parece indicar que Abrán -nombre con el que se le conoce al comienzo de su saga- debía completar aquello que su padre dejó a medio hacer. Al observar el llamado de Abrán hay dos cosas que me llaman la atención, dos cosas que no hace falta ser muy espabilado para ver que se dan, a menudo, en los llamados del Señor. La primera, dejar. La segunda, un propósito para el llamado. En este caso tuvo que dejar su familia y fue escogido para ser de bendición a todas las naciones de la tierra. Deja para bendecir.

Pienso que el llamado nunca es un fin en sí mismo, siempre un medio para un propósito más alto y más elevado. Pablo, por ejemplo, indica en Romanos 8:28-29 que la razón de nuestro llamamiento es que Cristo sea formado en nosotros. Posteriormente escribe en 2 Corintios que Dios nos ha escogido para participar con Él en el ministerio de la reconciliación de todas las cosas. En el caso de Abrán, para ser de bendición para todas las naciones.

Al mirar el espejo de Abrán la pregunta que me hago es ¿Qué sentido tiene mi vida si no es de bendición para otros? ¿De qué sirve una vida que no contribuye en nada a que este mundo sea más como Dios pensó y no esta porquería que el pecado ha generado? ¿Qué ha sucedido con mi llamado si al evaluar no puedo afirmar que estoy siendo de bendición para otros? Pero entonces, al pensar en todo esto otra pregunta me asalta ¿Qué debo dejar para poder bendecir? ¿Cuáles son los obstáculos que se interponen entre mi llamado y el propósito del mismo y qué debo y puedo hacer para superarlos?

Si estoy llamado para bendecir debo incluir el propósito en mi manera de vivir y también en mis procesos de evaluación. Debo, cada cierto tiempo, pararme y comprobar si estoy siendo fiel a mi llamado y, si la valoración resultara negativa, qué hacer al respecto.


¿Cuán fiel estás siendo a tu llamado de ser de bendición para un mundo necesitado? ¿Qué puedes hacer hoy al respecto?

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