MALAQUÍAS/ ¿VALE LA PENA SEGUIR A JESÚS? / MALAQUÍAS 3
Pues habéis dicho que no merece la pena servir a Dios, que de nada os ha aprovechado cumplir sus mandatos y andar afligidos en presencia del Señor del universo y que os parecen dichosos los soberbios, pues los que actúan con maldad no sólo prosperan, sino que ponen a prueba a Dios y quedan impunes. (Malaquías 3:14-15)
Son muy interesantes y honestas las palabras que el Señor dice por medio del profeta. Veo en este pasaje un sentido de desánimo, desmotivación y de inutilidad de la fe y del seguimiento de Dios. Esto se debe, según yo interpreto el pasaje, a dos cosas.
La primera, es que no parece que el cumplimiento de las normas religiosas produzca ningún tipo de satisfacción ni esté reportando ningún tipo de retorno a la persona que trata de seguirlas. Parece una inversión sin sentido, sin que produzca ninguno de los beneficios que estarían asociados con el seguimiento del Señor, a saber, una vida más plena, un mayor sentido de dirección y propósito en la misma, el experimentar los frutos del Espíritu en el día a día -amor, gozo, paz, paciencia, fidelidad, mansedumbre, dominio propio-, un sentido de esperanza en el futuro y la paz que conlleva el saber que el Señor tiene el control de nuestras vidas y conoce todas nuestras necesidades. Pues no, la persona aquí descrita parece más bien miserable y frustrada.
La segunda, es una comparación con aquellos que viven al margen de Dios. Cuando uno no tiene satisfacción con su vida comienza a mirar con envidia la vida de los demás, hace comparaciones y éstas, por lo general, resultan frustrantes. Los demás siempre parecen más felices, más satisfechos y disfrutan más de la vida y de las cosas que nosotros mismos. Además, en este caso concreto, los que conoce al Señor parecen, a los ojos de aquellos que no encontraban satisfacción en seguirlo, más dichosos y realizados, se pasan a la torera todos los principios y mandatos de Dios y resultan totalmente impunes, Él no hace nada para castigarlos.
Si hemos llegado al punto que describe aquí el profeta estamos en una situación delicada. A mi sólo se me ocurren dos cosas en momentos como este. La primera, es tratar de enfocarnos nuevamente en el Señor. Tal vez tenemos religiosidad pero no una autentica relación personal con el Jesús resucitado. La letra, dice la Palabra, mata, sin embargo, el Espíritu da vida. El salmista experimentó esos mismos sentimientos pero al entrar en la presencia del Señor puedo recobrar la perspectiva (vale la pena en este sentido leer su experiencia en el salmo 72)
La segunda, es mucho más drástica, más radical, deja al Señor y sigue tus propios caminos. Jesús mismo confrontó a sus discípulos con estas palabras cuando muchos lo abandonaron debido a la dureza de sus palabras ¿queréis iros vosotros también? les dijo. Si Dios no satisface, no da sentido, ni propósito, ni misión, ni plenitud ¿Qué sentido tiene seguirlo?
¿Qué piensas sobre tu propia experiencia cuando lees las palabras del profeta?
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