JESÚS/ APÁRTATE DE MI SATANAS/ MATEO 16:21-28
Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: ¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Esto no te puede pasar! Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás, pues eres un tropiezo para mí! (Mateo 16:22-23)
Jesús anuncia por primera vez su muerte a los discípulos y creo que la reacción de Pedro es muy normal y natural y, probablemente, muchos de nosotros hubiéramos actuado del mismo modo, especialmente si somos de carácter impulsivo.
Imagino que la relación de cariño, respeto, admiración y aprecio había crecido entre los discípulos hacia su Maestro y debió de resultarles doloroso el sentir que tenía que morir. Los discípulos podían entender o no todas las implicaciones de su muerte, sin embargo, lo que es cierto es que eran conscientes de la creciente hostilidad que se iban generando alrededor de Jesús.
Pedro, verbalizando con toda probabilidad lo que todos pensaban, se lleva aparte al Maestro y ¡sorprendentemente! le reprende y le dice que eso hay que evitarlo, que no puede ser, que no es normal. Pedro desea evitarle el sufrimiento, la muerte, todo lo que iba a venir en breve. La respuesta de Jesús es dura, cortante, drástica y, sin duda, debió de dejar al pobre discípulos en estado de conmoción. Sus buenas intenciones se habían vuelto contra él.
Porque Jesús sabía perfectamente que era imposible la redención del ser humano sin asumir el dolor y el sufrimiento hacia el cual se encaminaba. El Maestro era totalmente consciente de que no había salvación sin muerte y eso era algo que estaba dispuesto, por amor, a asumir a pesar de lo costoso que iba a ser para Él. En esta perspectiva Pedro significaba, naturalmente, una piedra de tropiezo, un aliado de Satanás.
Para mí la aplicación es clara y radical. En imitación de nuestro Maestro no podemos pretender que la tarea de ser agentes de restauración este exenta de pagar un precio de dolor y sufrimiento. Un sufrimiento redentor el cual nosotros asumimos voluntaria y conscientemente para que la miseria, el sufrimiento, el dolor, las rupturas y las necesidades de otros puedan ser restauradas o, al menos, aliviadas. Es un precio que, al igual que Jesús, lo pagamos por amor al necesitado y conscientes de que sin pagarlo no habría la posibilidad de restauración para otros.
En resumen, afirmó que hay un dolor redentor al que estás llamado si quieres colaborar con Jesús en la tarea de restaurar el universo.
¿Qué situaciones hay delante de ti que exigen tu dolor y sufrimiento para, precisamente, aliviar el de otros?
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