DEUTERONOMIO PARTE III/ EL SEGUNDO DISCURSO DE MOISÉS/ CAPÍTULO 11



Me dirijo, pues, a vosotros que habéis sido testigos de las grandes hazañas que ha hecho el Señor. (Deuteronomio 11:7)


Hay ocasiones en la vida en que es necesario pararse para hacer un ejercicio de memoria de las cosas que el Señor ha llevado a cabo en nuestras vidas porque nuestra naturaleza caída, afectada a causa del pecado, tiene una clara tendencia a olvidarse de todo aquello que ha pasado y sucedido.

Pareciera como si las intervenciones de Dios en el pasado, en vez de construir una sólida base de confianza en Él de cara al futuro, se fueran difuminando como se difumina un sueño nada más despertar, escapándose entre las grietas de nuestra mente y siendo imposible retenerlo. Aquello que el día que sucedió nos pareció tan impactante, tan evidente muestra de la manifestación del Señor, hoy no tiene la capacidad de evocar ni emoción ni devoción.

Tal vez por eso la Escritura nos exhorta a pararnos, a pensar, a recordar. Todos ellos verbos cargados de esfuerzo e intencionalidad. Trabajo duro de la mente que no un fácil fluir de las emociones, porque de lo contrario, de no ser intencionales y ponerle propósito al asunto es fácil que olvidemos las grandes cosas que el Señor ha hecho en nuestras vidas y, consecuentemente, carezcamos de una base solida para sostenernos en el presente y afrontar el futuro.



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