DEUTERONOMIO PARTE II/ EL SEGUNDO DISCURSO DE MOISÉS/ CAPÍTULO 8
Que no se te ocurra pensar: "He alcanzado esta prosperidad gracias a mi esfuerzo y mis propios medios." Recuerda que ha sido el Señor tu Dios quien te ha dado fuerzas para obtener esa prosperidad. (Deuteronomio 8:17)
Me da la impresión que Dios no hace ninguna advertencia que no sea posible que se cumpla, es decir, si nos prepara es porque la posibilidad es cierta, es real, existe.
Hay una tensión con la que siempre tendremos que vivir, Dios provee y, al mismo tiempo, nosotros lo conseguimos. El Señor es la fuente de todo lo que tenemos pero nosotros lo hemos obtenido como resultado de nuestro trabajo. Esa tensión siempre estará presente a lo largo de nuestra vida y tendremos que aprender a vivir con ella y a entender que ambas realidades son ciertas, no es lo uno ni lo otro, sino dos caras de la misma moneda, dos perspectivas de la misma montaña.
No podemos negar que cada día nos levantamos para ir a nuestros trabajos que nos producen más o menos rendimiento en función de muchos factores culturales, educaciones, políticos, sociales, económicos y un largo etcétera. Pero no podemos negar tampoco que el Señor es quien nos da la salud para poderlo hacer, lo uno, hace posible lo otro, y creo que estas palabras del Señor diciéndonos que nos genera las fuerzas para conseguir lo que tenemos son simplemente descriptivas y no exhaustivas, es decir, no agotan el misterio del Dios que provee y el hombre que trabaja, lo ilustran únicamente.
El riesgo siempre es que la tensión se rompa por un extremo o por el otro, es decir, que nos olvidemos de Dios o que nos olvidemos de esforzarnos. Este pasaje nos advierte y llama la atención sobre la primera realidad, la otra acecha igualmente en el camino del seguimiento de Jesús.
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