HECHOS ESTUDIO 27: TEMPESTAD




Pues nadie va a perder ni un cabello de la cabeza.

El capítulo 27 de Hechos narra la tempestad marítima a la que se vio sometida la nave que llevaba a Pablo y otros prisioneros a la capital del Imperio. En medio de toda aquella catástrofe Pablo recibe, de parte del Señor, la indicación que no temiera porque todos iban a salvar sus vidas. Es evidente, a partir de lo que vemos en el texto, que esto le ayudó a mantener la calma y las perspectiva en una situación tan difícil.

Hay dos cosas que me llaman la atención del pasaje. La primera, la comunicación del ángel. Dios hablando de forma directa a una persona y dándole visión o perspectiva sobre una situación. No es la primera vez, ni en los evangelios, ni en el mismo libro de Hechos que esto sucede. El desafío, al menos para mí, es creer, aceptar y esperar que esto mismo suceda hoy, puesto que si el Señor es el mismo no existe ninguna razón por la cual lo mismo no pueda darse en nuestros días. Es cierto que muchos de nuestros sistemas teológicos -perfectamente legítimos por otra parte- no lo admiten ni lo conciben y tienen una buena batería de argumentos para justificar su no aceptación. Sin embargo, creo, creemos que el Señor es mayor que cualquier sistema o estructura teológica, hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere.

En las líneas más arriba mencionaba, no obstante, que no es únicamente una cuestión de creer que Dios puede hacerlo, sino también de esperar que lo haga y, por qué no, con nosotros, en nuestra propia experiencia.

La segunda cosa que llama mi atención es la calma que produce el saber que Dios tiene el control y que, aunque las circunstancias a nuestro alrededor sean terribles, podemos descansar en Él. La situación de nuestra economía es como una tempestad en la que parece que el barco de nuestro país se va a ir a pique en cualquier momento. Esto, como no podía ser de otro modo, genera en todos nosotros una gran inseguridad, ansiedad, incerteza, miedo y otras muchas reacciones emocionales. Continuamente buscamos signos de recuperación, declaraciones de políticos que nos den seguridad y esperanza, gestos de las instituciones internacionales sobre nuestra salud económica.

Creo que Pablo nos enseña que la paz en medio de la tempestad, no importa cuán terrible esta sea, sólo puede venir de la certeza y confianza de que Dios aún está en el control.

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