HECHO ESTUDIO 3: LA SOFISTICACIÓN DEL MAL



y cada uno os apartéis del mal.

El capítulo tres de Hechos recoge el segundo mensaje de presentación del evangelio que Pedro lleva a cabo después de haber curado a un paralítico. Este pasaje es bien conocido por muchos seguidores de Jesús pero me han sorprendido las últimas palabras del mismo que son las reflejadas en esta entrada.

Jesús vino, entre muchas otras cosas, para que nosotros vivamos una vida apartada del mal y en esto, precisamente, consiste la dificultad del asunto dado el carácter sutil y penetrante del mismo.

Hay un mal grosero, evidente, llamativo, escandaloso del cual la mayoría de los seguidores de Jesús nos hemos apartado claramente y tratamos de mantener la distancia saludable y prudente. Diría que, hasta cierto punto, este no es el más preocupante dado que su carácter escandaloso lo hace claramente visible y previsible.

Hay otro mal que, en mi humilde opinión, resulta mucho más peligroso debido a, como decía anteriormente, su carácter sutil y sibilino. Es un mal que se infiltra en nuestros pensamientos, nuestras motivaciones, nuestras actitudes, nuestros valores, nuestras prioridades, en fin, en todas y cada una de las dimensiones de nuestra realidad humana.

Es un mal mucho más difícil de detectar porque no es tan evidente, porque además se camufla de santidad y de justicia en ocasiones, porque tiene la capacidad de producir en nosotros una buena batería de argumentos para justificar su presencia e incluso presentarla como "espiritual". 

Es un mal que como la serpiente del Edén sabe darle la vuelta a los argumentos para presentar lo malo como aceptable y hacernos creer que lo que en otros sería inaceptable en nosotros es plenamente justificable.

Creo que de ese mal debemos guardarnos mucho más y estar mucho más atentos y pedirle al microscopio del Espíritu que nos ayude a discernirlo porque, la mayoría de las ocasiones, no es visible a simple vista.

Comentarios

  1. A veces puede ser una invisible tormenta cerebral, un chorro de recriminaciones propias y ajenas. Creo que eso es lo que llama el Señor la levadura de los Fariseos, un refugio "en" el Señor "sin" el Señor, un "ya tengo la verdad" pero a la vez un "no vivo la verdad".

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