LUCAS ESTUDIO 12: MIEDO
Así que no tengan miedo
El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento, habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
Son muchas las razones por las cuales las personas podemos tener miedo. En el caso de los españoles la crisis económica es una gran fuente generadora de miedo. Miedo a perder el empleo, a perder el seguro de desempleo, miedo a cómo afrontar el futuro, miedo a qué sucederá con el sistema de pensiones, de sanidad, de educación. Miedo, en definitiva, a tantas y tantas cosas, reales o ficticias que se escapan a nuestro control y nos hacen sentir indefensos e incapaces.
Jesús nos dice que no tengamos miedo. Es fácil decirlo, seamos sinceros, pero otra cosa diferente es poder experimentarlo en nuestra realidad cotidiana. Mi experiencia me dice que el miedo pierde, si no toda, una buena parte de su fuerza y poder cuando lo verbalizamos y lo confrontamos tal y como es. Por alguna razón misteriosa el silencio alimenta el miedo y, del mismo modo, verbalizarlo el corta el suministro.
Nosotros, los seguidores de Jesús, tenemos el gran privilegio de que no precisamos ignorar, ocultar, negar o reprimir nuestros miedos. Podemos enfrentarlos verbalizándolos, reconociendo el impacto que causan en nosotros, los sentimientos de inseguridad u otro tipo que nos producen y hacerlo juntamente con Jesús. Es a Él a quien podemos decirle y compartirle nuestro miedo, viendo como va perdiendo poder y cómo la seguridad de que Dios tiene el control va apoderándose de nuestra realidad. Ahora bien, ese es un ejercicio continuado, intencional, consciente y voluntario.
Son muchas las razones por las cuales las personas podemos tener miedo. En el caso de los españoles la crisis económica es una gran fuente generadora de miedo. Miedo a perder el empleo, a perder el seguro de desempleo, miedo a cómo afrontar el futuro, miedo a qué sucederá con el sistema de pensiones, de sanidad, de educación. Miedo, en definitiva, a tantas y tantas cosas, reales o ficticias que se escapan a nuestro control y nos hacen sentir indefensos e incapaces.
Jesús nos dice que no tengamos miedo. Es fácil decirlo, seamos sinceros, pero otra cosa diferente es poder experimentarlo en nuestra realidad cotidiana. Mi experiencia me dice que el miedo pierde, si no toda, una buena parte de su fuerza y poder cuando lo verbalizamos y lo confrontamos tal y como es. Por alguna razón misteriosa el silencio alimenta el miedo y, del mismo modo, verbalizarlo el corta el suministro.
Nosotros, los seguidores de Jesús, tenemos el gran privilegio de que no precisamos ignorar, ocultar, negar o reprimir nuestros miedos. Podemos enfrentarlos verbalizándolos, reconociendo el impacto que causan en nosotros, los sentimientos de inseguridad u otro tipo que nos producen y hacerlo juntamente con Jesús. Es a Él a quien podemos decirle y compartirle nuestro miedo, viendo como va perdiendo poder y cómo la seguridad de que Dios tiene el control va apoderándose de nuestra realidad. Ahora bien, ese es un ejercicio continuado, intencional, consciente y voluntario.
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