SORDO


A ti, Señor, te invoco.
Roca mía, no te hagas el sordo;
que si enmudeces seré como
los que bajan al sepulcro.
Escucha mi voz suplicante
cuando te pido auxilio,
cuando levanto las manos
hacia tu templo sagrado.

Este salmo es de una gran crudeza como bien se puede ver por los versículos que he reproducido. Es tan brutalmente honesto que parece como si a mitad del salmo, el autor, se hubiera dado cuenta y hubiera cambiado el tono para hablar de la confianza en Dios, de cómo escucha su voz, de cómo el corazón del salmista se alegra por la respuesta del Señor.

Pero no es así como comienza, el tono final no es el tono inicial y, precisamente, eso ha sido lo que ha llegado a mi corazón, la realidad de que, en ocasiones, parece que Dios es sordo y no hay forma humana en que podamos entender el porqué de su ausencia de respuesta, el porqué de su falta de comunicación con nosotros, el porqué de esa sensación de abandono.

Si, sé que hay explicaciones y yo mismo me las he dado en los momentos de silencio de parte del Señor. Yo mismo me he repetido las lecciones aprendidas acerca del tiempo de Dios, de desarrollar la paciencia, de esperar en Él, de que tiene el control, etc. ¡Y es verdad! Eso es lo bueno y paradójico del salmo que ambas cosas son verdad, que aunque sabemos que podemos confiar en Dios y estamos convencidos que nos escucha y tiene sus planes y tiempo y, tal y como me enseñó el salmo 23, Él sabe, a pesar de todo eso, en ocasiones pareciera que es sordo y es honesto, legítimo y comprensible que así lo exprese nuestra oración.

Un principio

Dios permite y valora la honestidad de nuestro corazón.

Comentarios

  1. Me encanto el principio, porque muchas veces cuando no me escucha el Señor, lo primero que me viene es decirle¡¡Señor por que te tapas los oidos para no escucharme en este momento!! y al instante me vienen palabras tratando de tapar lo primero que pense o autocriticarme del porque pense el Señor sordo, pero al pensar que Dios mismo permite y valora mi honestidad es un verdadero alivio..Muy bueno Felix!!

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  2. Es saludable para nuestro espíritu poder dirigirnos al Señor con franqueza, con los sentimientos que tengamos a flor de piel. Queremos respuestas inmediatas, pero solo Dios sabe el momento en que nos conviene escuchar su voz. Es desgarrador su silencio cuando clamamos: "No te hagas el sordo a mi lamento, no calles ante mis lágrimas..." y después de estas quejas, ya ganamos en serenidad y esperanza.

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