VER LAS COSAS COMO LAS VE DIOS
La última parte del capítulo 16 es una continuación de la conversación entre Jesús y sus discípulos. Después de haberles preguntado acerca de su identidad el Maestro se decide a anunciarles la necesidad de su muerte en Jerusalén a manos de los dirigentes políticos y religiosos.
De nuevo es Pedro quien toma la iniciativa de dirigirse a Jesús, en esta ocasión, por sorprendente que parezca para ¡reprenderle! Pedro le dice a Jesús, ¡no quiera Dios que te pase nada de eso, Señor! Creo que la actitud del discípulo es normal, ama a su maestro y no desea que nada malo le suceda. Pedro no podía comprender que el Mesías en vez de ser un libertador político y militar glorioso fuera un simple siervo que tenía que morir.
Jesús le indica a Pedro su perspectiva errónea, ¡apártate de mí Satanás! Tú eres una piedra de tropiezo para mí, porque no piensas como piensa Dios, sino como piensan los hombres.
Jesús tiene que corregir una perspectiva equivocada, el Mesías no viene a liberar política y militarmente al pueblo, viene a sufrir por él, a entregar su vida, no hay redención sin sufrimiento.
Esta conversación entre Jesús y Pedro me ha hecho pensar en mis propios maltentendidos acerca de qué es la vida cristiana. Las ideas preconcebidas que me he formado acerca del discipulado y el seguimiento de Jesús.
Me ha hecho pensar en todo esto poque el propio Maestro después de aclarar el concepto erróneo de Mesias que tenían sus discípulos les aclara el concepto de discipulado. Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme.
El seguimiento no puede llevarse a cabo sin negación de uno mismo. Negación que implica adoptar como propia la agenda, valores y prioridades del Reino. El seguimiento de Jesús no puede llevarse a cabo sin tomar la cruz. Tomar la cruz significa la disponibilidad y voluntad a sufrir si es preciso para colaborar con Jesús en el proceso de restaurar el universo.
De nuevo es Pedro quien toma la iniciativa de dirigirse a Jesús, en esta ocasión, por sorprendente que parezca para ¡reprenderle! Pedro le dice a Jesús, ¡no quiera Dios que te pase nada de eso, Señor! Creo que la actitud del discípulo es normal, ama a su maestro y no desea que nada malo le suceda. Pedro no podía comprender que el Mesías en vez de ser un libertador político y militar glorioso fuera un simple siervo que tenía que morir.
Jesús le indica a Pedro su perspectiva errónea, ¡apártate de mí Satanás! Tú eres una piedra de tropiezo para mí, porque no piensas como piensa Dios, sino como piensan los hombres.
Jesús tiene que corregir una perspectiva equivocada, el Mesías no viene a liberar política y militarmente al pueblo, viene a sufrir por él, a entregar su vida, no hay redención sin sufrimiento.
Esta conversación entre Jesús y Pedro me ha hecho pensar en mis propios maltentendidos acerca de qué es la vida cristiana. Las ideas preconcebidas que me he formado acerca del discipulado y el seguimiento de Jesús.
Me ha hecho pensar en todo esto poque el propio Maestro después de aclarar el concepto erróneo de Mesias que tenían sus discípulos les aclara el concepto de discipulado. Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme.
El seguimiento no puede llevarse a cabo sin negación de uno mismo. Negación que implica adoptar como propia la agenda, valores y prioridades del Reino. El seguimiento de Jesús no puede llevarse a cabo sin tomar la cruz. Tomar la cruz significa la disponibilidad y voluntad a sufrir si es preciso para colaborar con Jesús en el proceso de restaurar el universo.
Un principio
Seguir a Jesús me implica negación y disponibilidad al sufrimiento por el bien del Reino.
Seguir a Jesús me implica negación y disponibilidad al sufrimiento por el bien del Reino.
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