DISCUTIR CON DIOS
Señor, si me pongo a discutir contigo, tú siempre tienes la razón; y sin embargo, quisiera preguntarte el porqué de algunas cosas. ¿Por qué les va bien a los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores? (Jeremías 12:1)
Jeremías no es el primer ni el único personaje de la Biblia que tras mirar a su alrededor se plantea semejante pregunta. Job, Habacuc y Assaf entre otros se cuestionaron esa realidad y se la plantearon a Dios.
El problema del mal y del triunfo de los malvados, su aparente impunidad y prosperidad siempre ha sido un quebradero de cabeza para las personas que siguen a Dios y una de las principales razones por las cuales muchos no creyentes cuestionan la existencia del Señor o, al menos, su justicia.
A mí me sucede lo mismo. Las noticias de la prensa de mi país hablan una y otra vez de políticos corruptos, de personas que usan el poder y la autoridad en beneficio propio, de empresarios que no tienen ningún escrúpulo en despedir trabajadores para aumentar el beneficio de los accionistas. La verdad es que parece que a nuestro alrededor el mal triunfa sin que nadie de la impresión tenga el poder para pararlo o contenerlo.
Aprendo de este pasaje de Jeremías que puedo unirme a una gran cantidad de personas que en el pasado se sintieron igual que yo. Aprendo también de este pasaje que es legítimo cuestionar a Dios, que nos concede el permiso de ser nosotros mismos y poderle presentar nuestras dudas, preguntas, interrogantes, paradojas, sorpresas.
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