EL FIN DE UNA NACIÓN



He acabado el segundo libro de los Reyes. En los capítulos finales se relata la breve reforma religiosa llevada a cabo por Josías, el hallazgo del libro de la ley, la celebración de la Pascual y la eliminación de todos los cultos, ídolos y santuarios paganos. Josías es alabado por el escritor del libro como un gran rey que reconoció y anduvo en los caminos del Señor.

A pesar del gran ejemplo que supuso para el pueblo no hubo continuidad. De nuevo me sorprende como todos sus sucesores, miembros de la misma familia, se apartaron de forma tan drástica y notable de los buenos caminos seguidos por su antecesor. El autor del libro indica en varias ocasiones el enfado del Señor al respecto.

Me resulta realmente sorprendente la actitud del pueblo de Judá. Ellos conocían al verdadero Dios, tenían profetas que les amonestaban para no caer en el error, habían experimentado en sobradas ocasiones la intervención de Dios en la historia de la nación y, a pesar de todo, hicieron lo que ni siquiera los pueblos vecinos hacían, abandonar sus dioses nacionales para seguir los dioses de los pueblos vecinos. El Señor, por medio del profeta Jeremías, se queja amargamente de esta actitud del pueblo de Judá y le pregunta al profeta ¿Dónde se ha vista entre los pueblos cosa semejante?

Quiera Dios que nunca le abandone para seguir los dioses de este siglo


Comentarios

  1. De todos los libros de historia que he leído el de los reyes es el único que parece estar escrito desde el punto de vista de los perdedores, visto desde un punto modernista parece que en vez de invertir en academias militares, educación e infraestructura en lo único que invertían los judíos era en algún culto religioso esperando que eso los llevara a ser una gran nación

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