A SU TIEMPO


David había sido ungido como rey de Israel por el profeta Samuel. Saúl, el actual rey había sido desechado por el Señor a consecuencia de su desobediencia. El rey fue desarrollando una actitud de celos hacia David e intento matarlo en varias ocasiones. Percibía, no sin razón, al joven David como una amenaza contra el futuro de su dinastía.

Como consecuencia David tuvo que huir de la corte y vagar por los desiertos de Judá con el rey pisándole los talones y buscando la oportunidad propicia para acabar con él. Un buen número de los capítulos del primer libro de Samuel están destinados a narrar estas peripecias. David sabía que tenía que ser rey, había sido señalado como tal por el profeta, sabía que llegaría el momento en que comenzaría una nueva dinastía, era simplemente una cuestión de tiempo. De tiempo y, entre tanto, salvar su vida.

Los capítulos 24 y 26 muestran dos oportunidades en que David pudo acabar con la vida del rey Saúl. En poco tiempo, en dos ocasiones, la vida del monarca estuvo en sus manos y sus seguidores lo vieron claramente como una oportunidad que Dios le brindaba de acabar con su enemigo, que lo perseguía injustamente, y convertirse en el monarca del Israel.

Pero en ambas ocasiones David decidió no hacerlo. Afirmó que no levantaría su mano contra el rey escogido por Dios. David me enseña que Dios tiene su tiempo para nuestras vidas y que no es conveniente buscar atajos o soluciones que, aparentemente, parecen mejores y más adecuadas. Hay que dejar que las cosas pasen a su tiempo, cuando Él lo considere. Mientras tanto, esperaré pacientemente en el Señor como afirma el Salmo 40:1-3

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