YO SOY EL SEÑOR


En Levítico se mezclan todo tipo de prescripciones, desde aquellas relacionadas con la agricultura y la cocina hasta las que tienen que ver con los sacrificios, las relaciones sexuales y el trato de los pobres y los desamparados. Muy a menudo, estas prescripciones van seguidas de la afirmación, Yo soy el Señor. Y esto precisamente es lo que quería comentar hoy.

Aprender que Dios y, en mi caso, Jesús ha de ser el Señor, creo que es una de las verdades más grandes y más importantes que nunca he aprendido. Las personas que vivían en las tierras hacia las que Israel se dirigía tenían su vida controlada por diferentes divinidades. Cada una de ellas se enseñoreaba sobre una parte específica de sus vidas. Habían los dioses familiares, los dioses del clan, los dioses que protegían la ciudad, los dioses que protegían las cosechas, los ríos, los campos y un largo etcétera.

Cada dios tenía sus requerimientos y sus exigencias. Cada dios era celoso de sus privilegios y las personas tenían que aprender a contentarlos y no ofenderlos. La afirmación de Dios de que el es el Señor implica que nuestro Dios tiene autoridad e influencia sobre todas y cada una de las áreas de nuestra vida. Dios es el Señor de los alimentos, los pensamientos, la sexualidad, el dinero, las relaciones y, así, un largo etcétera.

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