¿QUÉ HACEMOS CON LA POBREZA?
Nunca dejará de haber pobres en esta tierra; por eso te mando que abras generosamente la mano a tu hermano, al pobre y al indigente de tu tierra. (Deuteronomio 15:11)
En los evangelios Jesús se hace eco de las mismas palabras (Marcos 14:7). La pobreza es una realidad en el mundo en el que vivimos. Pensemos en los datos de España, un país desarrollado y que pertenece al mundo occidental. Según datos de 2023 la pobreza afecta a casi el 29% de los menores de 18 años ¡Cómo debe de ser la tasa en otros países menos desarrollados!
Cuando leemos las Escrituras vemos que hay dos tipos de explicaciones para la pobreza (por supuesto, más allá de que esta tiene su origen en el pecado y la rebelión contra Dios, ya que al principio no fue así) La primera es una pobreza estructural provocada por sistemas económicos, sociales y políticos injustos. Sistemas en que minorías acumulan los recursos y dejan a las mayorías carentes de los recursos necesarios para vivir con dignidad. Los profetas del Antiguo Testamento una y otra vez denuncian este tipo de estructuras injustas. La otra, explicada esencialmente en el libro de Proverbios, tiene que ver con estilos de vida y decisiones equivocadas que llevan a la persona a experimentar pobreza.
¿Qué hacemos ante estas situaciones? Bien, si el Señor se declara a sí mismo como el defensor del vulnerable, nosotros en imitación de nuestro Padre deberíamos hacer lo mismo. En términos prácticos significaría la denuncia de los sistemas de generación de riqueza que dejan a grandes capas de la población al margen de los necesario para vivir con dignidad. Además, como nos dice Deuteronomio, actuar con generosidad hacia el necesitado en nuestro entorno porque siempre, siempre, habrán personas a las que podemos bendecir y aliviar su situación.
Comentarios
Publicar un comentario