SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI: TRABAJO 2

 

Dios, el Señor, tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y cuidará. (Génesis 2:15)

Como vimos, nuestro Dios trabajó en la creación y continúa trabajando. Es Él mismo quien ha dado al ser humano la responsabilidad de trabajar. En contra de la creencia en ciertos círculos cristianos que el trabajo es un castigo que el Señor impuso a la humanidad como consecuencia de la caída, vemos en este pasaje que para nada es así. La responsabilidad de llevar a cabo una tarea, en este caso colaborar con el mismo Dios en el mantenimiento de la creación, es previa a la rebelión de Adán y Eva; pertenece a ese momento de la historia en que Dios había declarado que todo era bueno.

Pero veamos el trabajo en un sentido amplio y no con la mentalidad contemporánea. En muchos círculos éste es considerado únicamente como un desempeño que es compensado -mejor o peor- de forma económica o con especies. En la Escritura estamos hablando de toda acción llevada por el ser humano en su vida cotidiana y podríamos, por tanto, añadir los estudios, el cuidado de la familia, el voluntariado en una organización y otros etcéteras. El trabajo nos hace colaboradores del Señor, nos da propósito y sentido y nos otorga dignidad. Este es el propósito para el cual fue creado por Dios. Al trabajar reflejamos su imagen.

Ahora bien, el pecado ha afectado todas las dimensiones de lo creado por Dios y eso incluye el trabajo. En muchísimas ocasiones ya no está alineado con los propósitos del Creador, antes al contrario, se ha convertido en un instrumento del ser humanos para oprimir y privar de dignidad a otros seres humanos por medio de la explotación, los bajos salarios, la privación de derechos, y tantas otras condiciones que hacen el trabajo lamentable. Pero el discípulo no debe olvidar la perspectiva y siempre que esté a su alcance ha de ejercer su trabajo en la línea de Dios y luchar para que la dignidad del trabajo alcance a todo ser humano.

¿Cómo vives el trabajo?