¿PUEDE DIOS LIBRARTE DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO?
Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu mano, seguro que nos librará, majestad. Pero, aunque no lo hiciera, puedes estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido. (Daniel 3:17-18)
El desconocimiento del carácter y la naturaleza de Dios, tal y como es expuesto en las Escrituras, puede llevarnos a formarnos falsas ideas acerca de Él y, en base a las mismas, también expectativas equivocadas acerca de cómo esperamos que actúe en nuestras vidas y circunstancias. Que algo, por ejemplo, sea posible y esté al alcance del Señor no significa necesariamente que vaya a hacerse, menos aún que Él esté obligado a hacerlo en favor nuestro.
¿Puede Dios librarnos del dolor y del sufrimiento en nuestra vida cotidiana? Sin duda puede. ¿Significa eso que esté obligado a hacerlo, incluso que sea conveniente llevarlo a cabo? No necesariamente. Creo que el episodio de los tres amigos de Daniel en el horno de fuego nos muestra claramente esa paradoja; a saber, Dios puede, pero no siempre actúa como nosotros esperamos que debería hacerlo. Cuando confiamos en el Señor no dudamos de su poder, pero tampoco dudamos de su voluntad.
No podemos ni debemos concebir a Dios como una máquina expendedora cósmica donde uno deposita una oración y automáticamente recibimos lo que hemos pedido, y si no lo recibimos no lo entendemos o incluso con rabia golpeamos la máquina. No podemos olvidar que la realidad del dolor y sufrimiento humanos son consecuencias inesperadas del pecado, se remontan al Edén y a nuestro deseo de vivir al margen de Dios. Desde entonces nos acompañan y acompañarán hasta el fin de nuestros días. El Señor ya nos ha librado de los efectos judiciales del pecado -la muerte eterna- pero no es razonable ni demuestra una clara comprensión bíblica esperar que nos libre de los efectos físicos del mismo. Podemos y debemos afirmar como los amigos de Daniel, Él puede librarnos, pero si no lo hace nuestra fe no flaqueará.
¿Hasta qué punto son realistas tus expectativas con respecto a Dios?
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