PRECAUCIÓN, CORAZONES DUROS



Por eso, como dice el Espíritu Santo: Cuando hoy escuchéis la voz del Señor, no cerréis a cal y canto el corazón como hicieron los que se rebelaron en el desierto el día de la prueba. Allí fue donde vuestros antepasados intentaron ponerme a prueba a pesar de haber experimentado mis maravillas. (Hebreos 3:7-10)


El escritor de Hebreos usa el salmo 95 para lanzarnos a nosotros la advertencia de que no permitamos que nuestro corazón se endurezca. El salmista hace referencia a dos de los muchos episodios de desobediencia, incredulidad y rebelión que vivió el pueblo de Israel durante su tránsito desde Egipto a la tierra prometida. Episodios, que a la postre, le impidieron poder disfrutar de la misma. 
Nosotros corremos el mismo peligro que corrió Israel, a saber, que no prestemos oído a la voz del Señor y, consecuentemente, nuestro corazón se vaya endureciendo; se cierre a cal y canto según la versión que utilizo.

El corazón endurecido es un lugar común en la Escrituras. Vale la pena señalar que en la Biblia el corazón es el lugar desde el cual se controla la vida, es el centro de mando desde el que se rige y dirige todo nuestro proyecto vital. En la Palabra esta expresión se usa para describir a aquel corazón que a fuerza de no escuchar la voz de Dios ha ido perdiendo sensibilidad hacia la misma. Yo uso la imagen mental de la esclerotización espiritual. Del mismo modo que un corazón de carne se va volviendo menos y menos flexible y se va tornando más y más rígido, así puede pasar con nuestro corazón espiritual al dejar de prestar atención a los requerimientos del Señor. Es un proceso gradual. Si una vez no prestamos atención, nada sucede; pero si esa actitud se va convirtiendo en un hábito en nuestras vidas vamos acumulando capas y capas de dureza espiritual. Llega un momento en que la insensibilidad es total y nuestro corazón se ha vuelto absolutamente refractario a la voz y los estímulos que provienen de Dios.

¿Cuál es la manera de evitar ese tipo de corazón? Mantener nuestras cuentas al día con Dios. No permitir en ellas pecado no confesado. Responder con presteza a los requerimientos del Señor; de esa manera no permitiremos que la dureza tome base en nuestro corazón.


¿Cuál es el grado de sensibilidad de tu corazón?

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