JESÚS, NO HABÍA LUGAR
Y María dio a luz a su primogénito; lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. (Lucas 2:7)
Tiene que haber sido muy angustiosa la situación que José y María experimentaron. El viaje entre Nazaret y Belén en tiempo de Jesús duraba entre cuatro y seis días, dependiendo de las condiciones climatológicas y también la forma física de los viajeros. Altas temperaturas durante el día y bajas en las noches era la constante. Imaginemos a dos adolescentes llevando a cabo ese viaje con el estado físico de María al límite debido a la cercanía del parto. Es muy probable que las paradas para descansar tuvieran que ser continuadas y la incomodad de las jornadas, tanto si lo hicieron a pie, en un equino o en carreta, inmensa. Todo para llegar al destino final con los dolores de parto y sin poder encontrar un lugar donde alojarse. Todo tiene sentido, el estado de María hacía más lento su desplazamiento. Multitud de personas de diferentes lugares se trasladaron a Belén para ser censados y en aquellos tiempo no existían las infraestructuras hoteleras de la actualidad. Cuando ellos llegan, probablemente, muy tarde, no hay lugar donde estar. No debemos juzgar al mesonero. Aquella persona parece ser que hizo lo que buenamente pudo, ofrecerles un espacio en el único lugar disponible, el establo, junto con los animales de la casa y los de otros viajeros. Jesús nace apresuradamente, de prestado, entre suciedad y animales. Dios entre en la historia humana y lo hace pasando inadvertido, en la marginalidad, sin pompa ni boato, en una situación cercana a la indigencia y el desamparo y, todo ello, de la mano de dos jovencitos ¡Vaya manera de hacerse presente!
Al leer el pasaje me ha sorprendido la breve y escueta nota de Lucas: "no había lugar para ellos en el mesón". Parece una pauta en la vida del Dios hecho ser humano. Hoy en día tampoco hay lugar para Él, ni en la vida de aquellos que no le conocen ni tampoco en la de muchos que se denominan sus seguidores. Nuestros proyectos vitales están tan saturados con otras prioridades e intereses que Jesús, literalmente, no cabe y, por tanto, es expulsado a los márgenes de nuestras vidas. Un culto, cierta religiosidad, una decencia pequeño burguesa, un servicio ocasional, esos son los establos donde permitimos que Él pernocte. Las leyes de la física nos enseñan que en un espacio que está lleno es imposible ubicar nada más a menos que se desaloje algo de lo previamente existente. Lo mismo sucede con el corazón, es imposible que Jesús encuentre lugar sin hacer espacio para Él eliminando cosas de nuestras vidas.
Confróntate con la expresión. "no hay lugar para Él" ¿Hasta que punto refleja la realidad de tu vida? ¿Está Jesús en la suite principal o en el establo de tu proyecto vital?
yo pienso, que dabas mas valor a lo externo que a lo interno, y dios deberia estar en nuestro interior fabricarle una capillita en nuestro corazon y cuidarle y darle cobijo darle un minimo de calor, que siempre sera minimo con el calor que el nos da
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