SALMO 75/ DIOS JUZGA



Es Dios quien juzga: a este humilla, a aquel exalta. (Salmo 75:8)


Mis juicios, aunque lo pretenda, rara vez son objetivos; pueden estar mediatizados por muchas cosas, mis simpatías o antipatías, mis intereses, mi conocimiento parcial o sesgado de la realidad y un largo etcétera de aspectos. ¡Qué decir sobre los juicios sobre mí mismo! Fácilmente puedo excusar en mi vida lo que condeno en otros; puedo encontrar atenuantes en conductas mías que me irritan profundamente cuando las identifico en otros. En fin, la objetividad a la hora de hacer juicios sobre los seres humanos es compleja y complicada. 

No así con Dios quien, tal y como dice Pablo escribiendo a los romanos, juzga según verdad; su juicio siempre es objetivo, no hace acepción de personas ni tiene favoritismos; no condona en sus hijos lo que condena en aquellos que no le conocen. Esto en mi parecer es sumamente importante y valioso ya que no siempre me puedo fiar del juicio de los demás ni tampoco del mío propio, sin embargo, siempre puedo fiarme del que el Señor emite sobre mi vida, mi conducta, mis motivaciones, actitudes y prioridades. Es saludable para la vida de cualquier seguidor de Jesús exponerse al juicio, la valoración y la evaluación del Señor. Porque si lo hacemos con la actitud y la motivación correcta nos proporcionará una importante y necesaria sobre cómo vivimos y, por implicación, cómo deberíamos vivir.


¿Cuánto hace que no te sometes a una evaluación profunda de parte del Señor? ¿Qué intuyes que sería el resultado?





Comentarios

  1. Realmente importante. Pero muy difícil de cumplir. Es más fácil que yo juzgue a los demás para juzgarme a mí mismo. Aparte de qué es verdad, he visto las personas más legalistas y fanáticas juzgando a los demás que después subidas ocultaba vicios que no reconocían en sí mismos. Por eso que someterse el juicio de Dios y la luz examinadora del Espíritu Santo es lo único qué es ecuánime y correcto.

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