JESÚS/ PARA ORAR A SOLAS/ MATEO 14:22-32
Después de despedirla (a la multitud), subió al monte para orar a solas. Y todavía seguía allí él solo al llegar la noche. (Mateo 14:24)
El contexto de este versículo es Jesús caminando sobre las aguas en medio de una tormenta, Pedro haciendo el amago de caminar y, finalmente, hundiéndose. Las aplicaciones del pasaje son conocidas, el Maestro tiene poder sobre las tormentas de la vida, hay que mirarlo a Él y no las circunstancias, etc., etc.
A mí me ha llamado la atención el versículo reproducido que nos habla de la necesidad de pasar tiempos a solas con Dios. Cuánto, con qué frecuencia y dónde, pienso que queda a la elección de cada persona que es única y singular y tiene una relación especial y diferente con el Señor.
Pero ese tiempo no es un lujo es una necesidad vital para cada creyente. Es el tiempo en que venimos delante de la presencia del Señor y podemos hablar con Él de absolutamente todo lo que acontece en nuestras vidas y a la vez, podemos dejar que Él nos hable a nuestra realidad personal.
Esos tiempo de soledad con el Maestro sirven para reordenar nuestro mundo interior, identificar nuestras cargas, luchas, ansiedades y poderlos compartir con Dios. Sirve para que Él nos de luz sobre nuestra vida y nuestra realidad y, consecuentemente, abre la puerta para que podamos cambiar, rectificar, incorporar, confesar y un largo etcétera.
Sin esos tiempos la vida, con sus realidades, presiones y circunstancias, nos controla en vez de ser nosotros los que tengamos control sobre ella. Sin esos tiempo nuestra vida se estanca porque únicamente cuando estamos cerca de la luz ganamos en claridad y perspectiva. La adoración comunitaria nunca puede ni debe ser un sustituto de la comunión íntima y personal con el Padre, antes bien son dos caras de una misma moneda.
¿Cómo son tus tiempos de soledad con el Padre? Si ya los tienes ¿Qué podría enriquecerlos aún más? Si careces de ellos ¿Qué pasos prácticos puedes dar para incorporarlos?
Comentarios
Publicar un comentario