SEGUNDA CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DE CORINTO/ CONCIENCIA/ 1:12-24



Si de algo nos sentimos orgullosos es de que la conciencia nos asegura que nuestro comportamiento con todo el mundo, y particularmente con vosotros, ha estado presidido por la sencillez y la franqueza que Dios inspira; es decir, ha sido fruto del favor divino y no del humano saber. (2 Corintios 1:12)

Es bien sabido que Pablo tenía serios problemas con la comunidad de seguidores de Jesús que se reunían en Corinto y estos conflictos -entre los cuales había la puesta en duda de su apostolado- habían generado malentendidos y desconfianzas entre ambas partes. 

El apóstol en este pasaje habla de cómo ha puesta su conciencia bajo escrutinio y puede estar seguro de que su comportamiento ha sido correcto, presidido por la franqueza y la sencillez, sin doblez ni motivaciones incorrectas.

Es muy sencillo pero muy poderoso lo que nos enseña Pablo. Todos nosotros, por definición, tenemos puntos ciegos en nuestra visión de la realidad. La conciencia es un instrumento muy valioso que Dios nos ha dado para, al menos en parte, poder superar esos puntos ciegos.

La conciencia emite juicios sobre nuestras actitudes, motivaciones, actitudes, pensamientos, acciones y omisiones y sus juicios, cuando dejamos que los guíe el Espíritu de Dios son contundentes y nos ayudan a podernos guiar de manera correcta en este marasmo moral de la postmodernidad.

Haríamos bien en darle voz con frecuencia, permitirle que nos examine, oír su voz aunque no nos guste lo que oímos y, consecuentemente, poder implementar los cambios que sean precisos. 



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