PRIMERA CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DE CORINTO/ ADULTOS INMADUROS/ 3:1-4




Porque seguís siendo inmaduros. Pues mientras haya entre vosotros envidias y rivalidades, ¿no es prueba de inmadurez y de que no habéis superado el nivel puramente humano? (1 Corintios 3:3)


Todos nosotros, sin excepción, conocemos gente adulta que, a pesar de la edad, son inmaduros en sus comportamientos, reacciones, actitudes, posturas ante la vida, etc. Entendemos por inmadurez cuando hay una falta de sintonía entre la edad y la forma en que viven, parecen infantiles, como infantiles parecen sus maneras de actuar y pensar. Verlos produce, en muchas ocasiones, patetismo debido a su falta de un carácter maduro, acorde con el estadio vital.

Pablo indica que los seguidores de Jesús de la ciudad de Corinto eran inmaduros en su fe. Aquí no está hablando de los nuevos creyentes, de aquellos que están dando los primeros pasos en el seguimiento del Maestro, mas bien lo hace de personas que considerando el tiempo que conocían al Señor deberían de haber tenido un comportamiento mucho más acorde con el tiempo transcurrido. Las rivalidades y las envidias son dos signos de esa inmadurez aunque, de ninguna manera, los únicos.

El problema, en mi opinión, no es tener rasgos de inmadurez, todos estamos en proceso. El problema consiste en no tener conciencia de los mismos o, lo que creo que es peor, no aceptarlos, justificarlos, racionalizarlos y cualquier otro tipo de mecanismo que usemos para no afrontar la realidad. Cuando esto sucede se reducen drásticamente las posibilidades de cambio y, consecuentemente, de seguir avanzando hacia la madurez.

¿Qué evidencias o signos de inmadurez hay en nuestra vida? 

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