CARTA DE PABLO A LOS CRISTIANOS DE ROMA/ PARTE I EL PRÓLOGO/ 1:1-17
No me avergüenzo de anunciar esta buena noticia, que es fuerza salvadora de Dios para todo creyente, tanto si es judío como si no lo es. Por ella, en efecto, se nos revela esa fuerza salvadora de Dios mediante una fe en continuo crecimiento. Así lo dice la Escritura: Aquel a quien Dios restablece en su amistad por medio de la fe, alcanzará la vida. (ROMANOS 1:16, 17 BLPH)
Las cartas que Pablo escribió no están ubicadas en nuestras Biblias en el orden que fueron escritas, sino siguiendo el orden clásico en que las más largas se ponían al principio y se ordenaban en secuencia decreciente. Esta carta, si bien no es la primera que escribió, no cabe duda que tal vez es la más importante porque en ella se desarrolla toda la teología Paulina de la salvación por medio de la fe.
Fue precisamente esta carta y, concretamente el prólogo, lo que llevó al atormentado monje agustino Martín Lutero a experimentar la salvación por medio de la gracia y la fe que desencadenó la Reforma protestante de la cual, de una manera u otra, nosotros somos todavía un resultado.
Hay dos cosas que para mí destacan en este prólogo y veo muy importantes. Primera, no tener un sentimiento de vergüenza con respecto al evangelio y la buena noticia que representa. Todavía, para muchos de nosotros, se produce un sentimiento de incomodidad y desasosiego cuando se trata de identificarnos como seguidores de Jesús. Esto es aún más cierto en sociedades postmodernas donde existe una presión creciente para relegar la espiritualidad al ámbito meramente privado.
Segunda, la importante realidad de que Dios me declara justo por medio de la fe -confianza- en su hijo y aquello que hizo por mí en la cruz. Nada que yo haga podría acumular los méritos suficientes para ser declarado justo por parte del Señor. Gracias a la fe soy declarado no culpable ante Dios.
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