SALMO 26. MIRA MI INTERIOR SEÑOR


Júzgame, Señor, que obro con honradez,
si confío en el Señor, no vacilaré.
Escrútame, Señor, ponme a prueba,
aquilata mis entrañas y mi corazón.

En este poema el salmista se acerca a la presencia de Dios para tener relación con Él. Consciente de que el Señor es un Dios justo pide ser examinado para asegurarse que nada puede impedir la comunión y la amistad. El salmista, hasta donde sabe, no tiene conciencia de pecado ni en su conducta, ni en sus actitudes, ni en sus relaciones, ni tampoco en sus motivaciones. A pesar de ello, le pide al Señor que escrute su corazón, es decir, que lo mire en profundidad, porque no tener conciencia de pecado no significa que no exista.

Me ha hecho pensar en mi propia vida y cómo el pecado puede estar presente sin que yo ni siquiera tenga conciencia del mismo. A veces me pasa que me justifico a mí mismo y encuentro razones más que sobradas para no aceptar que estoy en falso. Otras porque mi propio corazón puede ser muy sibilino y me puedo engañar a mí mismo sin, aparentemente, darme cuenta de ello.

En cualquier caso la lección aprendida es la necesidad que tengo de cultivar el saludable hábito de colocar mi corazón delante de la presencia de Dios para que pueda ser examinado en profundidad y pueda, primero descubrir y luego acrisolar, todo aquello que pueda impedir mi comunión y amistad con Él. Ahora bien, soy consciente de que no es fácil cultivar dicho hábito. Todo va en contra de hacerlo. La necesidad de un espacio tranquilo, el tener el tiempo suficiente, el preparar el corazón para ello, el deseo de cambio. Es fácil escribir sobre la importancia y más complicado establecer esas pautas en mi vida. Pero quiero hacerlo.

Un principio

Dejar que Dios examine el corazón es una disciplina espiritual que es preciso aprender a desarrollar.

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