HABACUC/ MI LUCHA CON DIOS/ HABACUC 1:4
¿Hasta cuándo, Señor, he de pedir ayuda
sin que tú me escuches,
y he de clamar a ti contra la violencia
sin que tú me salves?
¿Por qué me haces ver tanta iniquidad
y, sin más, contemplas la opresión?
Ante mí veo violencia y destrucción;
surge la querella y se alza la contienda.
La ley se ha vuelto inoperante,
ya no prevalece el derecho;
el impío puede acorralar al justo,
cuyo derecho queda conculcado. (Habacuc 1:2-4)
sin que tú me escuches,
y he de clamar a ti contra la violencia
sin que tú me salves?
¿Por qué me haces ver tanta iniquidad
y, sin más, contemplas la opresión?
Ante mí veo violencia y destrucción;
surge la querella y se alza la contienda.
La ley se ha vuelto inoperante,
ya no prevalece el derecho;
el impío puede acorralar al justo,
cuyo derecho queda conculcado. (Habacuc 1:2-4)
Me sorprende la brutal honestidad del profeta en su relación con el Señor. De forma transparente le comunica todo aquello que siente y piensa, todas las contradicciones que a sus ojos tiene que manejar y la aparente o real inhibición de parte de Dios con respecto a todo ello. Hay dos quejas que son presentadas por el profeta. La primera, tiene relación con su propio sufrimiento personal y la aparente indiferencia del Señor al respecto ¡Cansado de pedir ayuda sin recibir respuesta! La segunda, tiene que ver con la situación de injusticia que pervasiva y, de nuevo, un Dios que no parece tener demasiado interés en arreglarlo, que parece un espectador desinteresado.
Algo aprendo de este pasaje y es el derecho de todo seguidor de Jesús a poder ser honesto en nuestra relación con Él, a poderle expresar todo aquello que experimentamos, que sentimos, que nos preocupa, que no entendemos. Veo en la Biblia que el Señor siempre aprueba, valora y no juzga a aquellos que tienen el valor de presentarse ante Él con la honestidad del que no entiende, del que considera que hay un tratamiento injusto hacia él y sus circunstancias. No veo que Dios rechace al profeta y, por tanto, consecuentemente, no vamos a ser rechazados nosotros cuando somos honestos y transparentes ante Él.
No hay ninguna necesidad de reprimir nuestras dudas, nuestras contradicciones, nuestra falta de entendimiento, nuestro sentido de que Dios parece estar ausente y lejano. Podemos verbalizar con Él sabiendo que, como dice la Escritura en el libro de Hebreos, puede entender, empatizar lo que sentimos porque ha vivido, como tú y yo, la experiencia humana.
¿Qué situaciones debes presentar al Padre sin ningún tipo de reservas, con total honestidad y transparencia?
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