SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI. LA GRAN HISTORIA DE DIOS. REDENCIÓN 7


Por tanto, si en el momento de ir a presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo en contra de ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. Luego regresa y presenta tu ofrenda. (Mateo 5:23-24)

 En el sermón del monte Jesús indicó que experimentar el perdón de Dios estaba condicionado a que nosotros perdonáramos a otros. Ya expliqué la razón por la cual creo que el Señor pone semejante condición.  Pero si somos ofensores, en vez de ofendidos, no debemos pensar que quedamos exentos de aceptar responsabilidad por nuestros actos. Tampoco experimentaremos el perdón del Padre si nosotros no hemos pedido perdón a aquellos que hemos ofendido.

Para que las relaciones sean restauradas no basta con pedir perdón a Dios por la ofensa cometida. Sin duda, esto es necesario pero no suficiente. Hemos de reconocer el daño causado a otros y pedir perdón por el mismo a aquel o aquellos que lo han sufrido. No está en nuestra mano el que el otro acepte nuestras disculpas y el reconocimiento de nuestro mal obrar, eso está fuera de nuestro control; pero si está dentro del mismo ser intencional en pedir perdón. El pedir perdón puede incluir, en ocasiones, la restitución por el daño causado: por ejemplo si hemos sustraído o robado algo, si hemos causado daños económicos a otros, etc. No puede haber confesión correcta sin restitución.

¿Por qué es necesario entender que necesitamos pedir perdón al ofendido y no únicamente a Dios?


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