Por eso, el hombre deja a su padre y a su madre, se une a su mujer y los dos se hacen uno solo. Los dos, el hombre y su mujer, estaban desnudos, pero sentían vergüenza de verse así. (Génesis 2:24-25)
En mi opinión, y siempre dentro del contexto de la cosmogonía cristiana, hay
dos cosas importantes que vale la pena reseñar. La primera, es la formulación de
la institución matrimonial como algo perteneciente al orden de la creación u
orden natural. Es algo instituido por el Señor para toda la humanidad sin
distinción de cuáles sean sus creencias religiosas. Por decirlo de otra manera,
viene a existir antes de la caída del ser humano. De hecho, la realidad
matrimonial, como la del gobierno, se da en todo tipo de culturas. Es cierto que
puede manifestarse con expresiones o formas culturales muy diferentes que
pueden variar de forma enorme de un contexto social a otro. No obstante, ahí
está, presente desde que el ser humano tiene historia y siempre, siempre, con
una dimensión social que va más allá de lo meramente privado.
Para mí, el segundo aspecto a considerar es la desnudez de Adán y Eva. El
comentario editorial de autor no es en absoluto casual cuando indica que, a
pesar de su desnudez, no se avergonzaban. Entiendo que la desnudez indica un
estado de total y absoluta transparencia. Hay una desnudez física en la cual nada queda encubierto y todo es visible y hay también una desnudez psicológica,
emocional e incluso espiritual. En esta última tampoco existe nada que ocultar y
la transparencia psíquica, emocional y espiritual es total. Pienso, es mi humilde
opinión, que el autor de Génesis se refiere a ambas. Lo interesante es que el ser
humano, ante su Dios y ante otros seres humanos, podía, antes de la caída ser
total y absolutamente transparente. Si piensas en tu experiencia
¿Qué necesitas ocultar -al menos pretenderlo- de Dios?
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