DAR 3
Se trata de atenerse a un criterio de equidad: que en este momento vuestra abundancia remedie su necesidad, para que su abundancia remedie en su día vuestra necesidad. De este modo reinará la igualdad. (2 Corintios 8:13-14)
Hace ya muchos años asistí a una formación acerca de la mayordomía y, específicamente sobre el donar, el dar. El formador acuñó un acróstico con la palabra DAR: Distribuidores Autorizados de Riqueza. Muy en línea con la enseñanza bíblica aquel hombre afirmaba que los seguidores de Jesús actuamos como distribuidores oficiales de la riqueza del Señor. El principio que enseña la Palabra es que todo lo que existe en el universo pertenece a Dios por creación, y además nosotros, todo lo que somos y tenemos le pertenecemos por haber sido adquiridos al precio de la sangre de Jesús.
La Biblia nunca habló de la Iglesia como una institución sino como un organismo vivo, un sistema en que todas las partes están interrelacionadas entre sí. De tal modo que podemos afirmar que el cuerpo tiene absolutamente todo aquello que necesita para vivir y llevar a cabo su función; todos los recursos emocionales, espirituales, económicos y de todo tipo han sido dados por el Señor a su cuerpo. Es la responsabilidad de los miembros distribuirlos adecuadamente para asegurarse que todas las partes del sistema tienen aquello que precisan. Cuando uno o más miembros del cuerpo fallan en llevar a cabo su cometido el cuerpo se vuelve disfuncional, no está viviendo tal y como debería hacerlo.
Teniendo en el trasfondo ese principio bíblico adquiere sentido la afirmación que el apóstol Pablo hace en los versículos antes mencionados: el principio de la equidad. Nuestra abundancia de recursos -en todos los sentidos, no únicamente económicos- debe servir para suplir la necesidad de otras partes del cuerpo, ya que como todo sistema saludable, cuando nosotros estemos en necesidad esperaremos que el cuerpo venga en nuestro auxilio y nos ministre. Pero, para que esto pueda ser una realidad necesitamos varias cosas simples pero importantes: Primera, entender el concepto bíblico de que somos mayordomos; segunda, entender el concepto del cuerpo de Cristo como un sistema vivo; tercero, ser conscientes que nosotros, con nuestras actitudes y conductas hacemos que el cuerpo sea saludable o disfuncional.
¿Qué ves al examinar tu vida a la luz de estos principios bíblicos?
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